Las sociedades seducen por su fútbol y arrebatan por su irrupción, por la identificación que nace al verlas brotar, al ser testigo del crecimiento de algo grande. Desde verano de Lucas se esperan milagros, es el Mesías coruñés hecho futbolista. Luis Alberto era una incógnita. Una promesa que había quemado etapas antes de tiempo. Una de tantas. Y de repente, todo encajó. Verlos juntos es cada día una mayor delicia. Hay conexión, sobra fútbol. Simplemente, química. No suman, juntos se multiplican. El zurdo no paró de meter goles en su ausencia pero le faltaba algo. Ahora ya se siente completo. Incluso en días ásperos para el siete como el domingo, en partidos en los que muestra su versión más humana, siempre tiene un momento para conectar, para inventarse un gol para su socio.

Luis Alberto fue el niño prodigio y Lucas el que nunca dejó de creer en sí mismo. Cuando al andaluz lo vino a raptar el Liverpool sin casi haber debutado en Primera División, el coruñés estaba intentando librarse de su jaula de oro ucraniana después de haber recorrido las carreteras secundarias del fútbol español. Y encontraron su lugar en el mundo en A Coruña, un sitio para desarrollarse. Convergieron desde puntos muy dispares, físicos y vitales. A uno siempre se le esperó y por el otro casi nadie aguardaba. Ahora ya están los dos en Riazor. A ver por cuánto tiempo.

El Dépor es ambicioso. Tiene casi renovado a Víctor y quiere blindar a Lucas y Mosquera. Tenerlos de por vida o un buen puñado de años de blanquiazules sería como ganar en diferido el Gordo de Navidad. Pero asegurar el futuro es también reforzar el plan B ante lo que no se puede controlar, ante lo inevitable. El nivel de Alejandro Arribas, sumado a su juventud, tranquiliza ante un posible adiós de Sidnei. Aprovechar el florecimiento de Luis Alberto o apostar por futbolista con margen de mejora como Fayçal también es construir Dépor. La secretaría técnica tiene que trabajar en muchos frentes. Cuenta con el voto de confianza del mercado veraniego.

El equipo volvió a comprobar este domingo cómo es la vida de los pobres, la de esos conjuntos con la cartera estrecha que tienen que hacerlo el doble de bien para poder triunfar. El castigo fue duro, no debe hacer mella. Nada que no forme parte de lo cotidiano ante uno de los proyectos de arriba. El Deportivo cometió dos errores graves, por ahí se le fue el partido. Al menos, tiene el refuerzo de su fútbol, del nivel exhibido. Perdió, a pesar de jugar tan bien como cuando ganaba. Riazor vio ante sí ese equipo armado, punzante, inteligente y brillante en la presión que le ha hecho recobrar la esperanza y el aliento. Ellos también tienen mucho crédito.

Quien no goza de él ni tampoco lo quiso fue Fernández Borbalán. Hace semanas al Dépor le regalaron un penalti ante el Eibar. Un día te dan, otro te quitan. Errar es humano, puntual; una línea de arbitraje, una actitud, no lo son. A este colegiado se le descubrió en las formas. Vino a hablar de su libro, reclamó protagonismo. Y claro, que lo tuvo. Se soltaba a medida que arreciaban los pitos y se ganó los titulares de la prensa del lunes con sus decisiones en ambas áreas. Que le aprovechen, pierde el fútbol.

Bache y Copa

Llega un mes de enero terrorífico para el Deportivo con el Bernabéu y la Copa del Rey asomando, y un leve bache de resultados en un equipo extremadamente regular. Toca gestión. Víctor Sánchez del Amo ha sabido rotar, exigir a su plantilla, encontrar alternativas en la adversidad que han mantenido el nivel competitivo del grupo. Un mes para medir nuevamente a un técnico que no baja de notable.