Pocas veces, casi nunca, un solo partido puede manchar toda una temporada. El de anoche es uno de ellos. Fue un auténtico bochorno. Una vergüenza para el Deportivo, empequeñecido por un rival de Segunda. El Mirandés fue mejor en todo. Le pasó por encima al equipo coruñés, incapaz de disparar entre los tres palos en todo el encuentro. Los burgaleses remontaron a lo grande el 1-1 de la ida, con tres goles que fueron tres bofetadas para el Dépor. Durísimas. Dolorosísimas. Como para sentarse y reflexionar. El primero, Víctor Sánchez del Amo, que ayer también perdió por goleada el partido táctico que le planteó Carlos Terrazas.

El inesperado desenlace de la eliminatoria contra el modesto Mirandés se presentaba en teoría poco atractivo para el espectador pero a la vez muy interesante para ver en acción a algunos futbolistas como Luisinho, con virtudes de sobra para tener un mayor protagonismo en la Liga. También era una prueba importante para Oriol Riera, necesitado de goles después de toda una primera vuelta sin marcar en el campeonato de la regularidad, o para Juan Domínguez, muy gris cada vez que ha tenido minutos esta temporada. No es que anoche se entonara demasiado el canterano. Ni él, ni nadie. Y eso que tenía a su lado a Pedro Mosquera, el que lo juega todo en este Dépor, da igual la competición que sea. Víctor Sánchez varió el sistema habitual y fortaleció el centro del campo con un tercer futbolista por dentro, Jonás Gutiérrez, para dejar otros tres hombres descolgados arriba: Cardoso y Cartabia en las bandas, más Oriol Riera arriba. Un experimento condenado al fracaso cuando al equipo, como ocurrió anoche, le falta pausa. Solo Mosquera le dio algo de sentido al juego del Dépor, con demasiados futbolistas empeñados en hacer cada uno la guerra por su cuenta.

Riera se dejó ver en el tramo inicial retrasando su posición para recibir de espaldas y dar salida al juego. También aparecieron bastante Cardoso y Jonás, demasiado individualistas ambos. El Dépor no acabó de sentirse cómodo ante un Mirandés bien plantado y que ni mucho menos se dedicó solo a defender. Eligió bien cuándo tocaba presionar arriba y cuándo esperar atrás para robar y salir a la contra. El 0-0 no era un resultado que le fuera del todo mal. Necesitaba marcar, pero tampoco tenía prisa. No se iba a volver loco y dejar desguarnecida su defensa. Prefería mantener el orden por encima de todo, con una línea de tres en defensa que casi nunca perdió el sitio. Muchos problemas tuvo el Deportivo para superarla. Ni por las bandas lo logró, ni tampoco tratando de combinar por dentro. Casi veinte minutos tardó en merodear por primera vez el área visitante tras un centro de Cartabia culminado por Laure de cabeza a las nubes. Sin ningún peligro para el meta Raúl, un espectador más durante los primeros 45 minutos.

Poco le gustaba a Víctor Sánchez lo que estaba dando de sí el partido. Ni al técnico, ni a la afición, fría ante el pobre espectáculo que estaba viendo, similar al del día del Llagostera. Por lo menos, en la vuelta de la anterior eliminatoria fue el Dépor quien se adelantó en el marcador. Algo hubo que celebrar. Anoche, ni eso. La primera bofetada llegó cinco minutos antes del descanso, cuando Provencio batió a Manu con un disparo cruzado desde fuera del área. De pronto, al equipo coruñés le entraban las prisas. Lo mejor que le podía pasar era que se llegara al descanso cuanto antes para recomponerse y buscar una nueva fórmula con la que aspirar a la remontada, porque repitiendo el desastre de la primera parte iba a ser misión imposible. Lo bueno es que quedaba toda la segunda mitad para despertar a tiempo y hacer los deberes. No iba a ser nada fácil. Con un solo gol no le bastaba. Necesitaba dos, un objetivo muy complicado por cómo había transcurrido la primera mitad. Había que buscar un cambio radical, de propuesta, de actitud y también de protagonistas. Así lo entendió también Víctor. Se guardó la carta de Lucas pero dejó en la caseta a Domínguez y Cardoso para dar entrada a Álex y Luis Alberto.

El Dépor entró con más ganas tras el descanso. Le animaron un par de detalles de Luis Alberto y algunas subidas de Luisinho, hasta entonces prácticamente inédito en ataque. Quería el gol cuanto antes, pero le faltaba fútbol para generar ocasiones. Seguía sin disparar entre los tres palos y los minutos iban cayendo rápido. Volaron desde que Abdón marcó el 0-2 en el 54. Su lanzamiento de falta, manso, se lo tragó Manu para dejar la eliminatoria todavía más cuesta arriba. Quedaba poco más de media hora para buscar tres goles.

La machada ya no la tenía que hacer el Mirandés, sino el Deportivo, que en ningún momento demostró la superior categoría que se le presupone. Ni siquiera tras la entrada de Lucas acabó de embotellar al Mirandés, muy cómodo sin balón para explotar los espacios, cada vez más, que dejaba su rival. No pasó demasiados apuros el conjunto burgalés pese a la insistencia de los blanquiazules, sin ideas ni argumentos futbolísticos ni tan siquiera para soñar con la remontada. Una y otra vez se estrelló contra la ordenada defensa rojilla tanto en jugada como a balón parado, el único recurso que le acabó quedando al Dépor, irreconocible tanto colectiva como individualmente.

Por si había alguna duda, Provencio se apuntó otro gol a veinte minutos del final para redondear la fiesta del Mirandés y la debacle del Deportivo. Todo lo demás sobró, incluido el tiro de Álex al larguero. Sin remates entre los tres palos, así acabó el equipo coruñés su participación en la Copa. Un triste adiós a una competición que este año volvía a ilusionar. Lamentable despedida que invita a la reflexión para el futuro. El sábado, en Anoeta, vuelta la Liga. Una buena oportunidad para empezar a cicatrizar las heridas abiertas. Toca levantarse. Aunque cueste después de semejante bochorno.