Una sola jugada, la última del partido, arruinó ayer un partido en el que el Deportivo recuperó parte del brillo que había perdido en las últimas semanas. El resultado, ese postrero remate de Negredo con el tiempo prácticamente cumplido, oscurece una actuación en la que el equipo de Víctor Sánchez del Amo superó en méritos al Valencia. Ese mezquino desenlace, sin embargo, condiciona cualquier interpretación de lo ocurrido en Riazor y condena al equipo a posponer la primera victoria del año. Son ya cinco jornadas consecutivas sin ganar para los blanquiazules, dolidos por lo inesperado de la igualada de ayer, pero bendecidos por una actuación con más luces que sombras. Eso, dados los antecedentes recientes, es mucho.

El Deportivo recuperó en la primera mitad gran parte de la personalidad que había perdido en las últimas semanas. Fue como un despertar, un reencuentro consigo mismo después de los titubeos que le llevaron a encadenar resultados discretos y sobre todo sensaciones alejadas del equipo que firmó una primera vuelta por encima de las expectativas. No le quedaba otra que regresar a la versión en la que se encontró más cómodo, más a gusto y más confiado de sus propias posibilidades. Víctor deslizó en la previa que ese regreso a las raíces era prácticamente obligado, pero la alineación podía sugerir otra cosa.

Los cuatro laterales de San Sebastián dieron paso a un once con Cani y Fayçal en los costados, quizá más atrevida y con menos empaque defensivo, pero también con mayor capacidad para asociarse y enfilar la portería contraria. De eso había carecido también el equipo en los últimos partidos y lo notó un Lucas Pérez que vio cómo se interrumpía su espectacular racha goleadora. Interpretó el técnico deportivista que el Valencia le dejaría la iniciativa a los suyos, pero en el equipo de Neville enseguida empezó a hacerse demasiado evidente su miedo a perder.

Eso lo empezó a aprovechar el Deportivo en cuanto comenzó a gestionar la pelota con gusto y criterio. Dirigió la sesión Mosquera, que recuperó mando en plaza después de su bache, y la sostuvo un Álex con recorrido y presencia incluso en el área contraria. Fue sin embargo la aportación de Cani y Fayçal la que le dio a los deportivistas el aroma de conjunto solidario e intenso que se había evaporado un tanto desde el triunfo ante el Eibar en Riazor hace aproximadamente un mes.

Se encontró así el equipo de Víctor con la posibilidad de gestionar el balón, no sin antes llevarse un susto en forma de disparo cruzado de Negredo dentro del área. Cani y Juanfran encontraron una veta en la banda derecha que empezaron a explotar y Lucas comenzó a merodear con más insistencia el área de Ryan. El dominio blanquiazul, sin embargo, no se materializó a través de ocasiones y apenas se pudo contabilizar un disparo de Mosquera desde fuera del área antes de que Lucas estrenase el marcador.

Al Deportivo se le adivinaba más cuajo que a un Valencia en pañales, perdido sin la dirección de Parejo ni la iniciativa de André Gomes. Es en esta clase de situaciones en las que el conjunto de Víctor construyó su reputación de equipo incómodo para los rivales y con la picardía suficiente como para incordiar en ataque. La hizo valer después de recuperar una sociedad que le dio muy buenos resultados en la primera vuelta.

Luis Alberto recibió una pelota en tres cuartos del campo y se inventó un pase a la espalda de la defensa para la carrera de Lucas Pérez, más vivo que la pareja de centrales valencianista. Ya habían avisado con otra parecida a la que el coruñés no llegó por poco. A la segunda les funcionó y el delantero se plantó frente a Ryan para espantar el gafe que le había perseguido las últimas cuatro jornadas. Lucas firmó así su decimotercer gol de la temporada y confirmó que la de ayer fue una tarde de reencuentros en Riazor.

El coruñés se reencontró con el gol y también con uno de los compañeros que mejor se ha entendido desde que arrancó el campeonato, al mismo tiempo que el equipo recuperaba sensaciones y se veía con seguridad ante un rival de antemano pensado para metas mayores. Se veía tan seguro que terminó perdonando a un contrario moribundo que, a pesar de que se estiró en la segunda mitad en busca del gol, apenas mostró claridad.

Le mantuvo con vida la falta de acierto de los deportivistas y también las decisiones de un juez de línea que se equivocó en acciones puntuales que podrían haber inclinado todavía más el marcador a favor de los blanquiazules. Suya fue la decisión de interrumpir otra cabalgada de Lucas hacia la portería contraria con todo a su favor para definir ante Ryan. Estimó el ayudante de Melero López que el coruñés estaba adelantado, pero las imágenes revelaron que arrancó un metro por detrás de la defensa.

La responsabilidad del mazazo que se llevarían los deportivistas en el descuento, sin embargo, no fue en exclusiva de la actuación arbitral. También ellos se encargaron en cierta medida de propiciar que el Valencia llegara con posibilidades en el marcador al último tramo del encuentro.

En ocasiones les faltó precisión en el área y en otras se adornaron en exceso ante un rival partido por completo en busca del empate. Fallaron las fuerzas, pero también la claridad que había mostrado el equipo en la primera mitad. No se asociaron Luis Alberto y Lucas en un contragolpe cuando el coruñés cedió al pelota a su compañero en el área ni tampoco hubo entendimiento cuando fue Jonathan Rodríguez el que acompañó la jugada hasta prácticamente la línea de gol.

Los viejos aforismos futbolísticos establecen que no es recomendable perdonar en exceso. Se termina pagando, zanjan. Al Deportivo le tocó comprobarlo en una acción que les pilló de sopetón cuando un Parejo desaparecido puso un centro medido a la cabeza de un Negredo amarrado durante todo el partido por Sidnei y Arribas.