El deportivismo vibró en Gijón, destino habitual cuando ambos equipos coinciden en la misma categoría. Esta vez tocó un empate, cuando a última hora en El Molinón solía suceder algo extraño que perjudicaba los intereses de los deportivistas -goles anulados de forma inexplicable o penaltis en el último minuto-. Por fin el deportivismo paso un fin de semana con casi pleno de alegría en la capital asturiana.

Los hubo madrugadores, pues el viernes ya había algunos centenares de seguidores blanquizales recorriendo las calles gijonesas. Ayer se completó la expedición con la llegada del grueso de aficionados, entre ellos el alcalde, Xulio Ferreiro, que siguió el partido con sus allegados en las gradas de El Molinón.

La visita a Gijón no es por el mero hecho de acompañar al Deportivo solo, sino por la convivencia que existen entre las dos aficiones a pesar de las grandes diferencias entre una parte de los seguidores de uno y otro equipo, aunque resulta curioso que la facción más extrema del sportinguismo no sea bien recibida en ningún campo de fútbol del territorio español. Pero los conflictos ya son historia.

La oferta en partidos como el de ayer es sobre todo estar al lado del equipo deportivista, pero además disfrutar de la sidra, de las fabes, de la buena relación que habitualmente mantiene entre sí la gente del norte. Influye, por supuesto, la proximidad geográfica, que hace mucho más asequible el desplazamiento en masa.

Ayer el deportivismo se hizo notar en Gijón desde el mediodía y primeras horas de la tarde, especialmente a raíz de la concentración convocada por la Federación de Peñas en la plaza de Jovellanos. Hasta ese momento, sobre las cinco de la tarde, todo fue bien, pero desde entonces el tiempo dejó de ser un aliado. Todo lo que había llovido en A Coruña alrededor del mediodía alcanzó Gijón. La fiesta empezó a estar pasada por agua, y por viento. Y concluyó con los que sucede en ya varios campos de la primera División en los que la seguridad en el acceso al campo ya incomoda, no porque no haya que hacerla, pero hay formas y eso ya depende de las personas, o no lo son, que se ocupen de ese control.