La realidad no pudo presentarse de una manera más cruda. El Dépor y el deportivismo no han querido ver durante muchos momentos una crisis que parecía imposible dada la exuberancia del equipo en algunos momentos de la temporada. Parece mentira que ese grupo que le perdonó la vida al Barça en el Camp Nou fuera ese mismo conjunto timorato y sin respuesta que se vio esta tarde sobre el césped de Riazor. Lo peor no es perder, es cómo. Otra vez el Granada, como hace tres años, fue el encargado de espetarle sus miserias. El duelo no tuvo ese tufo de putrefacción de aquel, con espantada de Domingos Paciencia incluída, pero sí es un aviso más que rotundo de que el equipo está mal, bastante mal. Siempre hay tiempo y capacidad para reaccionar y lo mejor son los puntos de colchón. Tampoco se debe descuidar, pronto se acaban y, sobre todo, lo que necesita es volver a sentirse competitivo. Ese es el primer paso y para eso necesita respuestas desde el césped y el banquillo. Hoy estuvo muy lejos de tenerlas. Se acabaron las excusas y las coartadas.

El Dépor salió asumiendo el papel protagonista que le encomendaba recibir al colista. Víctor insistía en los tres pivotes para armar al equipo, aunque Borges con más tendencia que nunca a pegarse a la izquierda. El equipo nazarí, replegado, buscaba golpear con el trío Peñaranda-El Arabi-Sucess. El conjunto coruñés empezó a trabajar el duelo. No le sobraba la creatividad, poco a poco lo iba masticando. Su rival esperaba su momento y el Dépor encendía la maquinaria. Por la derecha, por la izquierda, por el centro... En uno de los pocos chispazos blanquiazules Luis Alberto encontró con un taconazo una vía de acceso por la que se coló Lucas. Ante Andrés al coruñés se le fue por milímetros. Nunca las falla, hoy sí. Ahí pudo cambiar todo.

A los blanquiazules se les iba haciendo de noche y al Granada se le abrían claros. Su plan estuvo favorecido por dos factores. El principal fue la majestuosa figura de Peñaranda en la primera parte. Cualquier patada a seguir la convertía oro puro. Un hombre contra niños. El Dépor, mal colocado, no podía hacer nada ante él mientras corría y corría hacia atrás. Así llegó el 0-1. Un balón perdido en banda que hizo bueno el venezolano. Luisinho no fue contundente y Juanfran, un juvenil. El resultado, penalti y gol. 0-1. Donde había claros, ahora se presentaban cielos despejados para el conjunto andaluz.

Metió la primera que tuvo y ese viento de cola envalentonó y reafirmó al equipo de José González y, sobre todo, hundió a los coruñeses. Toda esa confianza que ha desprendido el Dépor en muchos momentos de esta temporada se había evaporado. Peñaranda reinaba, el equipo era un juguete roto en manos del colista. Las ideas, en busca y captura; ni siquiera Lucas era capaz de hacer milagros.

Al descanso milagrosamente el Dépor seguía en el partido. Se libró del 0-2 en un jugada más propia del pinball que del fútbol. El Arabi se entretuvo al encarar a Lux y el balón de Rochina se topó con el meta argentino, la cara de Arribas y la pierna salvadora de Juanfran cuando parecía predestinado a besar la red. El Dépor estaba vivo y no era poco. Víctor tenía más trabajo que nunca.

El descanso no aclaró ni media idea. Tenía más intención, pero seguía a merced del Granada y de Peñaranda. Su rival tuvo varias para sentenciar, sobre todo, una en los pies del '27'. Su técnico le sustituyó porque se le estaba acabando el oxígeno. Con él se fueron gran parte de las ideas de los rojiblancos.

Su ausencia, sumada al empuje del Dépor y al primer cambio de Víctor, deparó los mejores minutos blanquiazules. Las ideas seguían sin sobrar, pero Oriol reajustó al equipo, lo hizo más natural. Se multiplicaban los centros (casi la única vía de ataque) y las asociaciones, escaseaban los remates. Ese arreón tampoco deparó el milagro que necesitaba el equipo.

A partir de la media hora el Granada salió de la cueva e intentó recuperar la pelota; lo que no cambió fue su gafe de cara a puerta. En ese último tramo al Dépor le costó más que nunca. Roto física y anímicamente, consumido por las dudas entre tanto empate que ha empezado a virar en derrotas dolorosas. Víctor dio entrada a Jonathan casi en el descuento. Difícil ver la utilidad de esa sustitución con tan poco tiempo. El técnico no fue en ningún momento una solución ante las contingencias de su equipo. Mal en el césped, mal en el banquillo. El triste colofón fue la evitable y discutible expulsión de Lux. Castigo hoy y en tres días. Vienen curvas.