Tres meses exactos tuvieron que pasar para que el Deportivo pudiera volver a ganar un partido. Desde que el pasado 19 de diciembre se impusiera al Eibar, los resultados del equipo blanquiazul habían sido un yermo. Siete puntos de 39 posibles y trece jornadas consecutivas sin conocer la victoria lo colocaron en una situación como la de ayer, impensable después de una primera vuelta en la que la cosecha de puntos superó las expectativas más generosas.

Al conjunto de Víctor Sánchez del Amo, sin embargo, no le servía otra cosa ayer que no fuera ganar. Estaba obligado a imponerse al colista para encarrilar la permanencia y sacudirse de un golpe todos los fantasmas de los últimos meses. Lo hizo, aunque a trompicones y de rebote. Durante muchos minutos coqueteó con el desastre y caminó sobre un alambre al que se ha acostumbrado en el pasado más reciente, aunque se aprovechó de la complicidad de un Levante tímido en exceso para esquivar el golpe que hubiera supuesto un resultado diferente a la victoria.

El Deportivo escarmentó por fin para no verse abocado a un tramo final de temporada trágico en el que cada jornada se convierte en decisiva. Suma 36 puntos, ocho por encima del descenso, pero sobre todo se ha desprendido de la losa que cargaba desde hace tres meses.

Era evidente que los trece partidos sin ganar (quince si se contabiliza la doble eliminatoria de octavos de final contra el Mirandés en la Copa del Rey) empezaban a entumecer las piernas. El Deportivo ya no es ese equipo fresco y pegajoso de la primera vuelta del campeonato, le cuesta un mundo dominar los partidos y se ha vuelto vulnerable. No tiene tampoco claridad para llevar la iniciativa de los partidos ni picardía para crear peligro en el área contraria. Todas esas debilidades se evidenciaron ayer ante el Levante, con el añadido también de que el equipo transpiraba nervios e inquietud.

La victoria le llega al equipo en el mejor momento, antes de un parón que hará que la Liga no se reanude hasta dentro de dos semanas y antes también de que el derbi viva su segundo acto de la temporada en Balaídos.