Se trataba de ganar, sin importar cómo. Y eso hizo el Dépor, sacar adelante el partido con sufrimiento, con nervios y con una carambola en el autogol de Mariño que deja al equipo coruñés casi salvado, a punto de cruzar la meta de la permanencia. Le hacía falta una pizca de fortuna. La merecía después de tantos buenos partidos en Riazor sin premio. Y por fin apareció la suerte, en el momento justo, cuando el partido olía a empate y lío para el Dépor. No lo hubo porque en el minuto 86 llegó ese remate al poste de Lucas y el posterior rebote del portero hacia su propia meta. Tres puntos que son más que eso. Son todo un alivio.

Final feliz para el partido con mayúsculas, el que debía servir para romper de una vez por todas la mala racha de jornadas sin ganar, trece, y con ella los miedos que inevitablemente podían aparecer después de tanto tiempo sin sumar de tres en tres. Con tanto en juego, Víctor Sánchez decidió aparcar los experimentos. Abandonó el trivote por el que había apostado últimamente para volver a un dibujo táctico más natural, con dos mediocentros -Mosquera y Borges- y dos futbolistas en ataque: Luis Alberto y Lucas. Además, echó mano de Cani para tener más posesión, criterio y esa pausa imprescindible cuando los nervios, como anoche, suelen aparecer.

Durante toda la semana el Deportivo se cargó de motivación y reponsabilidad, como pidió Tino Fernández públicamente, para afrontar el encuentro ante el Levante como si fuera una auténtica final. Venía de ofrecer buenas sensaciones en sus últimos partidos en Riazor, donde sembró méritos suficientes para haber cosechado más puntos, pero anoche no se trataba solo de dar una buena imagen, ni de ser valientes, ni siquiera de dejarse la piel. Ya no bastaba con todo eso. Por encima de todo, había que ganar. Sí o sí.

El triunfo era el único camino para no meterse en un lío y el Dépor salió con todo a vencer. Menos de un minuto tardó Cani en meter el primer centro al área. Sin ningún peligro, pero sintomático del hambre de victoria con el que los blanquiazules afrontaban el choque. Con la defensa muy adelantada, trataron de embotellar al Levante desde el pitido inicial. Y lo consiguieron momentáneamente a base de ensanchar el campo, sobre todo por la banda de Juanfran, profundo y con el descaro suficiente como para encarar y centrar. De una acción suya nació el primer lanzamiento a puerta (m.10), tras un rechace que Borges aprovechó para acomodarse el balón y disparar raso y ajustado, obligando a Mariño a tener que hacer una buena estirada para evitar el 1-0.

El Dépor empezaba francamente bien, pero ese dominio claro le duró solo un cuarto de hora, el tiempo que tardó el Levante en empezar a asociarse con verdadera intención de hacer daño. Tampoco le valía con un empate para resolver sus problemas, todavía más grandes que los del Deportivo.

Un duelo de necesitados marcado desde muy pronto por los nervios y las continuas imprecisiones. Los dos querían buscar la portería contraria, cada uno a su manera, pero al mismo tiempo se cuidaban mucho de dejar desprotegida la suya. Un gol en contra podía ser fatal, así que el equipo coruñés optó por no desmelenarse en la fase ofensiva. Siguió explorando sobre todo la banda derecha, con Juanfran y Fayçal especialmente insistentes a la hora de colgar balones. Un centro chut del marroquí casi lo remacha Luis Alberto (m.31).

Poco a poco el Dépor volvía a volcar el campo hacia el área visitante. Menos atacó el Levante, lo suficiente para dar un susto grande, el que protagonizó Morales con un remate potente al lateral de la red. Cuando parecía que la primera parte ya no daba para más, llegó el gol en el 43. Y menudo gol. Gran acción combinativa de todo el equipo, con destellos de calidad de Cani, Lucas y, sobre todo, Luis Alberto. El andaluz se sacudió de golpe todos los nervios, los suyos y los de sus compañeros, para revolverse con el balón frente a la portería y definir en el momento justo. Detallazo del gaditano para poner el partido de cara y dejar a un rival directo herido de muerte.

Resucitó el Levante nada más comenzar el segundo acto con el gol de Rossi (m.49), quien se benefició de la fragilidad y mala colocación de la defensa coruñesa para batir a Lux y obligar al Dépor a volver a remar. Quedaba mucho tiempo, casi medio partido, para rearmarse y encontrar soluciones ofensivas con las que volver a cobrar ventaja en el marcador. Pocas oportunidades creó, porque sus únicas armas para llegar al área fueron los pelotazos en largo, más algunos escarceos aislados de Luis Alberto y Lucas. Faltaba desequilibrio para romper el partido, alguien capaz de iluminar al Dépor con un chispazo, y con ese objetivo entró Cartabia. Caracoleó en el 77 para asistir a Lucas, que prolongó el balón de espuela sin encontrar rematador. Moría el partido y con él las esperanzas coruñesas de tener un final de temporada tranquilo, cuando apareció la jugada que lo cambió todo, esa carambola salvadora. Lucas remató al palo y el rebote dio en la espalda de Mariño para convertirse en el 2-1. Solo faltaba defender con uñas y dientes para acabar celebrando la primera victoria del año y, de paso, enterrar a un rival directo.