Siempre fue deportivista desde que tuvo uso de razón, pero hoy hace 65 años el Deportivo y Arsenio Iglesias firmaron ese contrato indivisible que les uniría de por vida. El 28 de octubre de 1951 se enfundó por primera vez la elástica blanquiazul y saltó a un terreno de juego como futbolista de su equipo en un partido oficial. Fue a domicilio ante el Barcelona (6-1) y logró un gol. Quince días antes había deslumbrado haciéndole cuatro tantos al Polvorín de Lugo alineándose con uno de los equipos dependientes (el Juvenil de Rodrigo), el fin de semana previo había estado en el banquillo de Riazor esperando sin éxito una oportunidad frente al Atlético Tetuán (2-3) y aquel día por fin había llegado su momento en Les Corts.

Tino y Rafael Franco ya se habían ido al Valladolid y al Zaragoza, Moll y Oswaldo estaban en aquel momento lesionados. Unos meses después de haber maravillado al fútbol español de principios de los cincuenta Chacho, ya como entrenador, vio que solo le quedaba un elemento de la Orquesta Canaro: Corcuera. Tuvo que buscar en el mercado y tirar de gente de la casa para suturar la herida en la delantera. "En aquellos tiempos jugabas como podías. Yo estuve en varios equipos, nunca le estaré lo suficientemente agradecido a Chacho por hacerme debutar en Primera. Era un señor de los pies a la cabeza. Un extraordinario futbolista y un magnífico entrenador", apuntó Arsenio en 110% BLANQUIAZUL, el coleccionable histórico del Dépor que incluye cada domingo el ejemplar de LA OPINIÓN.

Aquel día el equipo coruñés fue arrollado por los catalanes. Y eso que Kubala no pudo jugar. Al menos, a Arsenio le quedó el consuelo de lograr el gol del honor en una tarde en la que no hubo opción. Fue en un remate ante Ramallets. Durante años circuló el rumor de que el arteixán, en un alarde de educación y de reverencia hacia el mito, le había llegado a pedir perdón por la acción. No fue cierto. Todo surgió por un malentendido generado a partir de una broma del defensa Millán por lo paralizado que se quedó al lograr el tanto. Algunas crónicas de ese día le dan el gol a Vélez, pero Arsenio lo describió en El Fútbol de El Brujo de Xosé Hermida, una de sus biografías, como un disparo "raso y cruzado" al que "Ramallets no pudo llegar".

El Dépor regresó tocado, hasta se le averió el autobús antes de volver de la Ciudad Condal. Nada le salía bien. En aquel ejercicio sufrió hasta el final para seguir en Primera, pero el único que salió reforzado de Les Corts fue Arsenio. En poco más de dos años había escalado desde el Ciudad Jardín, el Fabril y el Juvenil al propio Dépor y a partir de entonces nadie lo movió del once. Jugó todos los minutos que quedaban de la Liga 1951-52. A la semana siguiente abrió el camino de la victoria con un cabezazo en su debut de blanquiazul en Riazor ante el Espanyol. Llegaba al primer equipo un ariete rápido, disciplinado, con movilidad y gol. Hizo ocho tantos esa campaña.

Seis años más estuvo como jugador en A Coruña, siempre con el Dépor en Primera, antes de irse al Sevilla después del descenso de 1957. Más de 130 partidos en los que asistió a la recordada salvación en Vigo de 1953 o a la llegada de Luis Suárez al primer equipo.

Algo más de una década después, tras pasar también por Granada y Oviedo, volvería para hacerse cargo del Fabril y ayudar a Cheché con el primer equipo. En 1971 ya estaba sentado en el banquillo de Riazor tras la destitución de Olsen y para ascenderlo a Primera con el gol de Beci. Más de 700 duelos como jefe técnico a lo largo de tres décadas en los que vivió sinsabores como el del Rayo en 1983, el del Tenerife en 1990 o el del penalti de Djukic; angustias con premio final como el gol de Vicente o la promoción ante el Betis o alegrías como el ascenso de 1991 o la Copa de 1995. "El Dépor y el fútbol son mi vida", proclama quien lo ha sido todo en esta institución y quien hoy celebra el 65 aniversario de su debut con el club coruñés.