La marca Deportivo resulta sencilla de vender según se desprende de la respuesta del deportivismo, en los últimos años de forma especial. El apoyo que los seguidores ofrecen al club y al equipo no obtiene compensación en el terreno de juego, especialmente en Riazor, por lo menos en las cinco últimas temporadas en Primera División, ya que desde 2009-10 en todas ellas el balance ofrece un saldo negativo, es decir, menos victorias que derrotas y empates, o la suma de ambos. El estadio dejó de ser un fortín desde que concluyó el primer curso con Miguel Ángel Lotina como entrenador, cuando se clasificó en séptima posición y obtuvo una plaza en la extinta Copa Intertoto, que le dio la clasificación para la también desaparecida Copa de la UEFA. En aquella campaña el equipo blanquiazul había ganado 10 partidos en casa, empatado 6 y perdido 3. Desde ese curso, las decepciones sumaron más que las alegrías. Curiosamente durante este mismo periodo de tiempo la masa social seguía alentando desde la grada, retirando su abono hasta superar los 26.000 socios de este año y participando en la ampliación de capital. Todo a cambio de muy poco en el terreno de juego.

Hace tiempo que se viene escuchando de boca de los futbolistas la consabida frase que dice: "Hay que hacer de Riazor un fortín". Cada principio de temporada se oye lo mismo, pero no acaba traduciéndose en resultados. También desde hace años se viene diciendo que la "afición va un paso por delante del equipo". Lo dijeron entrenadores y futbolistas. No se equivocaron, pues el deportivismo va muy por delante del equipo a pesar de las decepciones. Quizá porque es un sentimiento que es difícil de explicar y porque se conforma con escasas alegrías. En esta segunda década del siglo XXI los mayores logros del Deportivo fueron los dos ascensos de Segunda División -temporadas 2011-12 y 2013-14- y lograr la permanencia en la máxima categoría en los dos últimos cursos futbolísticos. Desde que finalizó la campaña 2009-10, con una plácida décima posición, nunca más el aficionado deportivista volvió a tener sosiego.

En la temporada actual el equipo mantiene la tendencia de los últimos años, pues de cinco partidos como local ganó dos -Eibar y Sporting de Gijón-, perdió otros tantos -Athletic y Leganés- y un empató uno -Valencia-. Todavía tendrá que disputar catorce más en Riazor hasta final de temporada en los que tendrá que hacerse fuerte ya que los éxitos se alcanzan siempre si el equipo se hace respetar en su campo. Las dos últimas temporadas pueden considerarse una excepción si se entiende como éxito el haber logrado la permanencia, pues lo hizo con unos números paupérrimos ante sus seguidores. En el curso pasado (2015-16) el Deportivo tan solo ganó cuatro partidos como local, y empató ocho; no fueron mucho mejor las cosas en la campaña 2014-15 en la que venció en cinco oportunidades en Riazor, de donde dejó escapar ocho derrotas y siete empates. En ambos casos obtuvo la salvación en el penúltimo y último partidos. Mucho mejor le había ido en la temporada 2010-11, en la que se impuso en ocho partidos en Riazor, donde empataron seis rivales y vencieron otros seis. Con haber sido unos números muchísimo mejores (30 puntos en casa) el equipo blanquiazul acabaría descendiendo por primera vez en veinte años.

En aquella primera campaña en la máxima categoría -tras superar a longa noite de pedra- (temporada 1991-92) el Deportivo tuvo que disputar la promoción por la permanencia frente al Betis, pero con unos números en casa algo mejores que los de estos últimos años: seis triunfos, diez empates y tres derrotas (en una liga en la que la victoria valía dos puntos). Acabó fuera de los dos puestos de descenso directo, pero no pudo evitar los dos partidos con los verdiblancos, que saldaron con el triunfo global de los blanquiazules en lo que fue el inicio del Súper Dépor. La relativa fortaleza que mostró en Riazor, bastante positiva para tratarse de un recién ascendido, fue clave para evitar el regreso a Segunda. Desde entonces, y con Arsenio Iglesias al frente del equipo, Riazor sí que fue un fortín. En el curso 1992-93, cuando el Deportivo acabó tercero y se clasificó por primera vez para la Copa de la UEFA, el equipo ganó 14 partidos ante su gente, empató cuatro y solo perdió uno; unos números muy similares a los del curso 1993-94, cuando fue subcampeón empatado a puntos con el Barcelona, en el que se impuso en trece de los partidos como local, igualó en cinco y perdió uno.

Desde esa época puntuar en Riazor era poco menos que una quimera. Aquí caían temporada tras temporada todos los pequeños y todos los grandes. Solo algún accidente podía conducir a la derrota. De hecho en la campaña 1999-2000, en la que el Deportivo conquista la Liga, hay dos equipos que se llevaron el triunfo del coliseo coruñés y uno que empató, los 16 restantes sucumbieron ante un conjunto que cimentó la base de ese título en su propio estadio, pues fuera de casa dejaba una imagen muy mala, tanto que en toda la segunda vuelta los jugadores de Javier Irureta solo fueron capaces de ganar en el campo del Sevilla y de empatar en el del Racing de Santander, cuatro puntos en nueve partidos. Muy pocos, pero suficientes por la fortaleza que los blanquiazules mostraron en su feudo. Es lo que se le pide ahora a los futbolistas y a los técnicos, que sean más fuertes en casa, que satisfagan a unos seguidores que, lejos de abandonar, dieron más la cara si cabe aun en los momentos más difíciles. Hay adversarios de un nivel muy superior, pero con los de la misma Liga el Deportivo tiene que ser mucho más contundente.

Toca compensar a quien tanto da porque la tendencia de esta temporada es muy similar a la de los cursos inmediatos anteriores. Van dos victorias, un empate y dos derrotas. En la temporada pasada a estas alturas el equipo llevaba una victoria, tres empates y una derrota; en la campaña 2014-15, una victoria, un empate y tres derrotas; en la 2012-13, dos triunfos, una igualada y dos derrotas; en 2010-11, un triunfo, tres empates y una derrota. Estas dos últimas temporadas -2012-13 y 2010-11- acabaron con el Deportivo en Segunda División, y en las dos inmediatas, ya de vuelta a Primera, concluyeron con el equipo pidiendo la hora. Solo el hecho de que sus rivales hubiesen hecho los deberes facilitó la salvación.