Se acaba. Inexorablemente. Cada vez le queda menos margen a este Dépor y a su técnico, Gaizka Garitano. La competición no espera por nadie y a estas alturas de la temporada la paciencia empieza a agotarse. La afición tiene todo el derecho del mundo a estar cabreada porque ni siquiera en la Copa, ante un discreto Betis, el equipo coruñés fue capaz de dar la talla. Otro adversario que, con lo mínimo, hace mucho daño. Otro partido más encajando y sin marcar pese a disparar a puerta más veces que el rival. Vale que en Liga el Dépor hizo méritos suficientes para haber arañado algunos puntos más, los suficientes para no estar tan agobiado, pero la realidad, dura, es que ha sumado diez en trece jornadas. Mañana se cumplirán dos meses desde la última victoria, la del golazo de Babel al Sporting. Mucho tiempo sin ganar y muchas dudas, sobre todo a domicilio. En casa el equipo por lo menos da la cara, pero el siguiente que pasará por Riazor es la Real Sociedad, que viene de darle un baño nada más y nada menos que al Barça. Difícil papeleta la del próximo lunes. Pero es lo que toca, afrontar el partido como lo que es, una auténtica final. En diciembre, pero una final. Porque el Deportivo necesita un resultado. Y lo necesita ya. Lo mejor de anoche fue la reaparición de Joselu, un futbolista en el que hay puestas muchas esperanzas pero sobre el que no puede recaer toda la responsabilidad. La reacción es cosa de todos, incluido Çolak, anoche sin minutos. Hay equipo para salir de ahí abajo. Mientras haya margen, claro.