Ni al Dépor se le acabaron los problemas ni a partir de ahora va a ser una trituradora de rivales. Pero no estuvo nada mal esa liberadora alegría ante la Real Sociedad para quitarse el hollín de tanta amargura. La necesitaba el equipo. Le hacía falta a una grada que sufre porque lo vive como suyo. Y hasta le vino bien a Gaizka Garitano, a la secretaría técnica y a la directiva para pisar sobre seguro. Tres puntos, escapar de los puestos de descenso y ver la luz en ese trabajo de túnel que llevan meses haciendo. Y más, mucho más.

Cuando un equipo está mal, cada partido es una terapia. Es bueno o malo en función de qué tal sienta. Terapéutico. Y al Dépor casi le hicieron la receta perfecta el lunes. Le puso el pecho a la Real y salió con la cara limpia. Inyectó mucho fútbol en su zona de enganches y supo crear, golpear y no desequilibrarse. Florin Andone empezó fallando, no desesperó y le dio tiempo a hacer un doblete. La misma determinación que se vio en sus compañeros. Incluso el viento sopló a favor con el 2-0 y el penalti del 4-1. Esas ayudas no sobran. El Dépor estuvo cómodo con la pelota, presionó mejor y logró sacar todo lo que lleva dentro; se reafirmó como grupo sin los habituales y sonrojantes fallos individuales que le estaban condenando. Ese es el camino. La única pega, ese 3-1, que por enésima vez no pudiese dejar la portería a cero. Tarea pendiente. A este equipo le gusta el intercambio pero un conjunto de la zona baja necesita añadir ese registro rocoso a sus prestaciones para vivir sin tanta angustia.

La tormenta casi perfecta. Por un momento le dio carpetazo a su eterna pretemporada, esa que le estaba consumiendo. Llevaba unas semanas jugando mejor, el lunes lo hizo demasiado bien. El trayecto ha sido largo, los tropiezos constantes y los golpes, algunas veces injustos. La metamorfosis se gestó desde las novedades (esas piezas que hacen encajar el engranaje) y también desde la evolución interna. Andone y Babel no son los mismos de hace dos meses y están mejor arropados. Juanfran no para de crecer. La nueva versión no se explica desde una única variable ni ha ocurrido de la noche a la mañana.

Guilherme, Carles Gil y Emre. Son las caras del cambio. El brasileño empezó la Liga con el estatus de titular junto a Pedro Mosquera. Pronto lo perdió. Casi cuatro meses después no se parece en nada al futbolista del arranque de campeonato, quizás sí al que se atisbó en el Teresa Herrera. Creativo con la pelota, activo, colaborador, eligiendo bien posicionalmente... Un paso adelante que es un mundo para el equipo. Sin Mosquera y con Celso Borges, al que nunca se le agradecerán lo suficiente sus goles en los malos momentos. Ojalá algún día recupere su nivel el coruñés, que es mucho. Duele ver un once sin gente de la tierra, pero ese es un debate más de fondo. Lo primero es adecentar al equipo, salir de abajo y la justicia en la gestión del grupo.

Carles Gil se pasó algunas semanas en la grada tras una lesión, una decisión de Garitano con difícil justificación. Tuvo que derribar la puerta en Málaga. Aún le falta, dará más. Su rol ante la Real fue secundario e impagable. Y Emre. Es imposible saber si Çolak está mejor porque el técnico activó ciertos resortes de amor propio con sus castigos o simplemente ha sido un bien desaprovechado y en el que nunca ha tenido una confianza plena. Más de lo segundo, sin dejar de preguntarse por qué el turco no fue importante en el Galatasaray con ese torrente futbolístico en sus botas. Ni blanco ni negro. Condenados a entenderse.

Un 110 aniversario sin ruido

El Dépor cumple mañana 110 años. Podrá parecer una anécdota pero es un buen momento para honrar lo que ha sido y lo que es este club, para detenerse un momento en la vorágine del día a día. La victoria ante la Real le permite respirar en la lucha por la permanencia. Lo más importante, que nadie lo dude. Pero también limpia el ambiente y le aleja de las miserias cotidianas en una efeméride señalada, que LA OPINIÓN lleva todo el año celebrando y lo seguirá haciendo. No estaría bien mezclar el recuerdo a Arsenio, a Vicente? a todas las noches de gloria y de sentimiento por el Dépor con un ambiente enrarecido y la posibilidad de tomar decisiones traumáticas. No sería justo, no va a pasar.