Que la afición coruñesa buscaba un domingo de fiesta se notaba ya desde la calle. Y el apagón de los focos en el descanso encendió aún más la chispa. Riazor se quedó completamente a oscuras y los móviles sirvieron de decoración. Como si de luciérnagas se tratase, la luz inundó la grada al ritmo de la música. Un cuarto de hora estuvo el público bailando, e incluso hubo tiempo de entonar el miudiño. Pero aún no era momento de festejar. Cierto que el 2-0 iluminaba el marcador, pero por delante aún quedaba una larga segunda parte que, eso sí, podía afrontarse con optimismo tras los pasos dados al inicio.

Los jugadores de Gaizka Garitano también tenían ganas de marcha. Ryan Babel, en el minuto 6, hizo que todo el estadio se llevase las manos a la cabeza con un potente disparo a puerta que se quedó en intentona. Apenas hubo tiempo para lamentaciones, pues acto seguido y tras un córner, Andone y Sidnei saltaron a la par para meter el balón en la portería de Nauzet. Fue el rumano el que tocó el esférico e hizo el primer tanto de la tarde. Ya lo había avisado, que en cuanto marcase iba a ser difícil poner fin a la racha. Dicho y hecho. Seis goles en seis partidos. Números que ayudan a olvidar a Lucas.

Tras el 5-1 contra la Real Sociedad y la buena imagen en el Bernabéu, Riazor deseaba presenciar una nueva actuación de su Dépor. El resto de resultados de la jornada, además, daba esperanzas para, de sumar tres puntos, salir de la zona baja de la tabla. No solo eso, sino la satisfacción de superar a un rival directo como es el Osasuna, liderado por un viejo conocido de los deportivistas, Joaquín Caparrós.

No por marcar pronto se ensombreció el público herculino. La banda sonora acompañó al Deportivo durante los 90 minutos de juego. Y es que las continuas aproximaciones al área rival invitaban a soñar con una goleada como la del último partido en casa. Al Osasuna no le salió nada y ni siquiera pudo recibir el calor de un pequeño sector de su afición, situado en Preferencia Superior lateral. El rugido de Riazor era insuperable. Hasta obvió el fuera de juego del diez de Garitano para cantar gol. Lo anuló el árbitro cuando la euforia todavía recorría la grada. Lo positivo, el jugadón de Babel que llevó el balón hasta el área desde su campo. El holandés sigue creciendo jornada a jornada, metiéndose a los deportivistas en el bolsillo, que pidieron a gritos su renovación cuando Gaizka lo sentó en el banquillo. Le faltaba el gol a Ryan para hacer un partido redondo. Y llegó cuando los pamploneses ya pensaban en el descanso. Quince minutos que se convirtieron en 30 por culpa de la caída de la iluminación. Un apagón que no contagió al Deportivo, que siguió peleando por aumentar la diferencia con su rival aunque el marcador no se movió.

Fue el momento del espectáculo. Las filigranas de Çolak, las palabras de cariño a Babel, los aplausos a Joselu y la ovación a Andone. Riazor disfruta. Y mucho. Que siga así.