Es imprescindible. Sin él, te comen. En Primera no se puede vivir solo de jugar al fútbol, sobre todo los equipos que, como el Dépor, no están sobrados de nada. Hace falta eso que llaman oficio, saber controlar también el otro fútbol que muchas veces marca las diferencias. Vale que los futbolistas de Gaizka no destacan precisamente por su marrullería, pero para competir en la elite hay que tener un mínimo de picardía, contundencia y a la vez cabeza para saber manejar los tiempos, con y sin balón. Los dos goles del Athletic son evitables, sobre todo el segundo. No puede ser que Muniain conduzca una contra desde su propio campo sin que nadie detenga su carrera. Como sea, hay que frenarlo. En el minuto 89 y en el 1. El Dépor no supo hacer esa falta táctica, ni tampoco consiguió que se jugara poco en la recta final. Interesaba que hubiera cuantas más interrupciones, mejor, para rebajar la frecuencia y el ímpetu de los arreones vascos. No lo logró el equipo coruñés, condenado una vez más a morir en la orilla después de haber hecho suficientes cosas bien como para haber puntuado. Colaboró el Athletic, ayer en su versión más vulgar, pero siempre derrochando coraje y fe. La del Dépor se empieza a agotar. Otra jornada más sin sumar, otra oportunidad perdida para empezar a cuadrar las cuentas de la permanencia. De momento, le siguen saliendo, pero con 19 puntos no se va a salvar. Necesitará bastantes más, por mucho que este año resulte tan barato seguir a flote. Suman los puntos, no los méritos, y el Dépor tiene pocos, poquísimos.