Duelo de alta tensión el que tocaba disputar en El Molinón. Tanto, que en el arranque del partido parecía que el mismo balón producía descargas de tal calibre, que nadie quería apropiarse de él. Duraba poco a los dos equipos más por lentitud que por precipitación, como si conscientemente ambos conjuntos quisieran evitar transmitir inseguridad en cada una de las acciones.

Poco a poco, el Deportivo se fue asentando y pasó a dominar el partido en toda la primera parte a pesar de ofrecer demasiadas concesiones en su banda derecha, donde dejaba a Juanfran demasiado solo ante las acometidas de Burgui acompañado por Canella. Cierto que esta parecía ser la única vía peligrosa del Sporting, puesto que los balones jugados sobre Traoré, eran defendidos con relativa solvencia por los centrales con la ayuda inestimable del delantero gijonés con sus constantes desmarques en fuera de juego.

Un penalti que no dejaba dudas en cuanto a su infracción, sí parecía mostrarlas Emre al depositar el balón en el punto de los 11 metros. Dudas que confirmó con un lanzamiento flojo, dubitativo, que atajó casi con insultante facilidad el meta Cuellar. Un borrón que cualquier buen escribano también deja.

Pero lo del turco era casi premonitorio, porque no estaba en el partido. Posicionado en la banda sufren defensivamente él y el lateral correspondiente. Lo suyo es defender con el balón, pero ni en esa faceta colaboraba. Sus pases precisos habitualmente, esta vez morían en destino no elegido. Su desplazamiento por el campo era más un deambular que correr con confianza... y el equipo lo notaba, porque él es ese futbolista capaz de cosas diferentes con el balón en los pies.

Más que adivinar, se gritaba la necesidad de un cambio de piezas que compensara defensivamente esa banda derecha y que le aportara a la vez, profundidad ofensiva. Esto se produjo apenas reiniciado el partido en su segunda mitad y contribuyó a minimizar los posibles daños que el Sporting podía causar con acciones más o menos combinadas.

De ahí hasta el final, factores más físicos y emocionales pasaron a dominar las acciones. La precipitación aparecía aliada con el cansancio, obligados ambos por la necesidad. En este tipo de situaciones solo alguna acción fortuita o un error suelen ser capaces de cambiar un resultado, y por fortuna para un Deportivo que terminó extenuado y obligatoriamente replegado, nada varió hasta el final del tiempo añadido.

Tres puntos que pueden valer por seis, conquistados ante la necesidad, intentando dominar unas pulsaciones que con los minutos fueron subiendo, al igual que la autoestima al final.