Pepe Mel cayó víctima el domingo en el derbi de una paradoja derivada del planteamiento que presentó ante el Celta. El entrenador deportivista prefirió no arriesgar con una propuesta orientada a descubrirse lo menos posible, pero el respeto que mostró frente al eterno rival terminó convirtiéndose en una decisión temeraria. A su equipo le faltó el grado de osadía que la grada reclama en esta clase de enfrentamientos, pero por encima de todo no tuvo el fútbol necesario para comprometer a un Celta desgastado por su compromiso del jueves en la Liga Europa ante el Krasnodar y sin la frescura necesaria que requiere la exigente filosofía de Eduardo Berizzo. El Deportivo se quedó así a medias: contrarrestó a su rival, pero no encontró las herramientas necesarias para hacerle suficiente daño.

La alineación, declaración de intenciones. Mel había ensayado durante la semana un esquema llamativo con Borges en la posición de mediapunta por delante de Mosquera y Álex. Parecía más una variante a utilizar según el desarrollo del partido que el planteamiento original para un derbi, pero llegó el domingo y de la alineación ya se podía deducir lo que proponía el entrenador deportivista. La suya fue una estrategia basada en la constancia, en el desgaste a un rival ya de por sí consumido por sus compromisos recientes. Fue a la vez una lectura racional de un partido que suele derivarse hacia lo emocional y que terminó siendo contrarrestada por el jugador más visceral que había sobre el campo.

El partido, en un detalle. El planteamiento estudiado de Mel, orientado a limitar al máximo las oportunidades y los cabos sueltos, acabó anulado a través de un error de sus propios jugadores. Albentosa se despistó en un centro lateral en el que estuvo más atento de la pelota que de su espalda y por allí apareció Iago Aspas para acabar con la imbatibilidad del madrileño desde que se hizo cargo del banquillo deportivista hace ahora tres semanas.

Crédito a la baja. Ya lo había advertido el propio Pepe Mel en la previa de recibir al Celta: los derbis suelen alejarse de los términos intermedios y se orientan hacia los extremos. El técnico era consciente de que una victoria prolongaría su embrujo en A Coruña, pero una derrota podía hacerle perder buena parte del crédito acumulado desde su llegada. Su planteamiento ha molestado casi tanto como el resultado y ahora deberá demostrar cintura para recuperar las buenas sensaciones en las que se instaló desde su aterrizaje.

Un equipo adaptado al rival. Gaizka Garitano abandonó el equipo sin aclarar si la filosofía de juego a la que se entregó era en la que realmente creía. Después de los titubeos del comienzo de temporada, en la que se veía a un equipo más propenso a las transiciones rápidas y los golpeos en largo, el entrenador vizcaíno terminó apostando por el manejo de la pelota a través de Çolak, Babel y Carles Gil. Mantuvo esa propuesta sin importar el rival que tuviera enfrente y a costa también de los resultados. Con la llegada de Mel, en cambio, el equipo parece más maleable. El madrileño advirtió que no jugaría contra el Celta de la misma forma que lo hizo frente al Barcelona. Esa tendencia parece que se mantendrá en los próximos partidos del mes de abril, en el que el equipo deberá dejar resuelta la permanencia.

El lugar de los mediapuntas. El planteamiento del domingo orilló por completo a los mediapuntas del equipo. Çolak, Carles Gil y Kakuta, los jugadores más creativos de los que dispone Pepe Mel en la plantilla, se quedaron en el banquillo en uno de los compromisos más importantes de la temporada. Eso abre la duda sobre cuál será su papel en los planes del madrileño a partir de ahora. Los tres eran titulares con Garitano y ahora han visto reducido su protagonismo.

Joselu y Andone. El delantero de Silleda ha sido la última gran apuesta del técnico. Le premió en el derbi por su partido ante el Barcelona y dejó sin hueco al rumano. Mel, sin embargo, no descarta emplear a los dos juntos en los compromisos que tiene por delante el equipo deportivista.