Si por Mestalla pasaba la tranquilidad, de allí vuelve el Deportivo instalado de nuevo en todo lo contrario, la intranquilidad.

Y esto no viene dado solo por el resultado, que también. La intranquilidad la transmite una preocupante sensación de inoperancia en esa zona del campo donde se definen los partidos; las áreas. Es aquí donde los blanquiazules muestran sus mayores debilidades que van más allá de planteamientos tácticos, tanto a balón parado como en acciones con él en movimiento.

Ayer ante el Valencia, el partido arrancó sin el control que se suele manifestar en la zona ancha del terreno de juego, se pasaba de un área a otra casi con la naturalidad que suele darse en un partido de fútbol entre amigos.

En la primera mitad del partido, de los tres equipos participantes (debemos incluir al equipo arbitral) el Deportivo fue de largo el amigo más generoso regalando un defectuoso lanzamiento de un máximo castigo, y los dos goles del equipo valencianista. El equipo arbitral mostró su regalo de la mano de un árbitro asistente, evitando un gol del Deportivo al invalidar una jugada legal en el área del equipo local, jugada que supondría poner por delante a los blanquiazules.

Lo mejor de los coruñeses se pudo ver en la primera mitad, al menos hasta que salieron a relucir los mencionados momentos de los dos goles chés. Una pasividad defensiva que no se da ni en el fútbol infantil, y una defectuosa intervención provocada por un mal posicionamiento defensivo en un saque de esquina, situaban al Deportivo en la realidad de lo que estaba ofreciendo sobre el terreno de juego.

Con dos puntas alejados del centro del campo, un Valencia que en fase defensiva se replegaba acumulando futbolistas por la zona central, hacía que el Deportivo encontrara la profundidad por las bandas, sobre todo por la derecha donde Carles Gil y Juanfran conectaban aunque con la solución final limitada a constantes centros que nunca encontraban rematador.

En la segunda mitad, el Valencia se posicionaba en repliegue con la finalidad de buscar contraataques como único argumento ofensivo. Y le bastaba, puesto que el Deportivo se diluía en manejar el balón hasta la zona de tres cuartos sin encontrar nunca líneas de pase a la espaldas de las líneas valencianistas, y con el mismo resultado que en la primera mitad, en los centros.

De un contraataque nació el tercer gol local, en unos minutos en los que el Deportivo ya no ofrecía siquiera un mínimo orden.

Debemos creer y mantener la esperanza. Creer que esto ha sido producto de haber jugado ante un rival que viene acusando una línea ascendente, y esperemos que en Valencia el Deportivo haya quemado la traca final de algo que nos viene penalizando demasiado a lo largo de toda la competición.

No hay tiempo para más fallas... el miércoles toca partido.

Que no sea entre amigos.