El aficionado regresó a casa aliviado, pero ni mucho menos satisfecho. Quizás por la hora -esto de jugar a la una de la tarde no convence ni a los chinos-; quizás fuese por lo que tuvo que soportar durante 90 minutos; quizás se pueda dejar en 47 que fue lo que tardaron los blanquiazules en anotar el primer gol. Quizás porque el Málaga tampoco exigía demasiado a los coruñeses. Quizás. Futbolistas y técnicos tendrían que pensar un poco por qué cualquier cosita levantó al seguidor; también por qué la mayor de las ovaciones fue para Mauro Silva -ganada a pulso-, más allá de lo que supusieron los dos goles.

Ya la cosa no empezó demasiado bien cuando los futbolistas se bajaron del autobús de espaldas a los pocos seguidores que había cuando arribaron al coliseo deportivista. Normalmente el autocar aparca y los convocados descienden de frente a los aficionados que se concentran en la acera de enfrente del estadio, pero ayer no. Puerta con puerta. Extraño. Riazor, sin embargo, dio la cara desde el principio bajo la batuta de los Riazor Blues, como siempre, que dirigieron a una coral integrada por 20.300 espectadores ansiosos de salir del fútbol a tomarse los callos con los deberes hechos. Callos habría, pero el fútbol escaseó.

La cuestión es que no solo faltó el fútbol, el juego vistoso, también faltó lo que se supone que hay que hacer durante cualquier partido y eso recordaron los Blues, y todo el estadio, ya en el minuto 12: "¡Échale güevos!". Una frase que durante este curso sonó demasiadas veces en el recinto blanquiazul. Cántico que se repitió en el minuto 22, en el 32 y en el 43, cuando los futbolistas pensaban en irse al vestuario y soñar con ese Deportivo que anhela Pepe Mel y que todavía no apareció por Riazor, según dijo al término del partido. En el entreacto llegó el primero de los bálsamos: la aparición de Muro Silva sobre el césped. Salió solo, con todo el protagonismo para él y todos los focos centrados en él. Era el chico de la película en ese momento.

Algo tuvo que desprender, porque nada más regresar los futbolistas que lucen los mismos colores que él defendió y honró desde 1993 hasta 2005 ofrecieron un relajante a sus parroquianos: el gol de Joselu. Más tarde llegó el segundo de Pedro Mosquera e incluso pudo haber un tercero. Sí, pudo ser un 3-0 si anota Andone. Ahora bien, quien vio el partido no se creía a eso de las tres de la tarde que el Deportivo había vencido por dos goles de diferencia. La verdad es que no importaba demasiado, pues a estas alturas lo único que interesa es ganar; por lo civil o por lo criminal. Otro dato importante, el club recaudó 4.774,63 euros para la repatriación de Moussa Cissé, el joven futbolista del Deportivo Cristal fallecido esta semana en aguas del Orzán.