Con lo justo le valió al Deportivo para respirar y acercarse a una permanencia que él mismo se ha empeñado a lo largo de las últimas semanas en comprometer. El pozo ya se ve más lejos tras el triunfo ante el Málaga y el resto de resultados de la jornada. Sin alardes, con un despliegue discreto en el que los que más sobresalieron fueron defensas, el conjunto de Pepe Mel allana su camino a la salvación impulsado por los tantos de Joselu y Pedro Mosquera, aunque no termina de despejar dudas. Ayer logró compensar otra primera parte para olvidar, plana y sin fútbol, para lograr un resultado que dispara la tranquilidad.

De entrada no hubo ni pizca de la ambición que debería desplegar un equipo que a duras penas se sostiene a una distancia prudencial de la zona de descenso. Solo los favores de sus perseguidores le han permitido disfrutar de un colchón que ayer debía conservar o ampliar por iniciativa propia. En un partido sujeto por correas, Riazor pronto se impacientó ante lo que veía sobre el césped y afeó una propuesta alejada de la que debería sugerir la clasificación. Desde muy temprano comenzaron a aflorar los silbidos desde la grada para ver si así despertaba un equipo amodorrado quizá desde la alineación.

Pepe Mel volvió a buscar una reacción a través del once titular y de golpe se cayeron Marlos Moreno (desapareció incluso de la convocatoria) y Emre Çolak. Sin el turco, discreto en sus actuaciones anteriores, el equipo evidenció los problemas que padece para armarse a través de la pelota y encontrar una alternativa en el juego más allá de los lanzamientos hacia Joselu y las incorporaciones de los dos laterales. Sin esa referencia, un papel que ayer recayó en Carles Gil de inicio, el planteamiento deportivista se reduce a la profundidad que demuestren Juanfran y Luisinho y a la inspiración de Joselu para cazar los balones servidos desde las posiciones más retrasadas.

No encontraba el camino el conjunto deportivista para superar el posicionamiento de los visitantes, resguardados desde el comienzo con tres centrales a la espera de un acoso local que nunca llegó. Apenas contabilizó el equipo de Mel una oportunidad clara en la primera mitad. Fue a través de la única jugada en la que todo el frente de ataque consiguió desplegarse con naturalidad. Joselu tuvo habilidad para prolongar un servicio desde la banda derecha para Bruno Gama, que cedió a Carles Gil prácticamente sobre la frontal del área. El valenciano disparó sin controlar con la intención de sorprender a Kameni, pero la pelota no terminó de adquirir la rosca necesaria para que se alejara del portero camerunés.

Le faltaba al Deportivo proponer algo más allá de los centros defectuosos con los que intentó superar a la defensa malaguista y, sobre todo, espantar los temores en los que parece que se instaló después de que el efecto revitalizador imprimido por Pepe Mel tras su aterrizaje comenzara a evaporarse. Fue sin embargo a través de un balón colgado desde el costado la manera en la que el conjunto blanquiazul encontró el camino del gol.

El tanto llegó en el momento justo, cuando apenas habían transcurrido un par de minutos de la segunda mitad y la impaciencia de Riazor no pasó a mayores ante un ejercicio de impotencia que por momentos fue tan triste como el que se vio frente al Granada. Luisinho puso un centro al corazón del área que conectó Joselu. El delantero lo celebró con un acto de autoafirmación, haciéndose valer por encima de lo que suponía el tanto para un equipo que hacía cuatro jornadas que no conseguía un triunfo. Su particular ejercicio de reivindicación lo prolongó cuando Mel decidió cambiarlo a los pocos minutos para dar entrada a Andone. No le sentó bien y dejó un desplante al técnico a los ojos de toda la grada de Riazor, que no se puso de uñas porque por entonces se las estaba mordiendo al comprobar que el Málaga comenzaba a desperezarse y acechaba la portería de Lux.

Míchel dio entrada a Keko y Jony para darle vuelo a los suyos por banda y al mismo tiempo mantener ocupados a Luisinho y Juanfran, de lo mejor ayer de un Deportivo que recuperó fortaleza defensiva. Ayudó a ello más que nadie Arribas con un partido sensacional, hasta el punto de orillar a Sidnei como líder de una zaga que en los compromisos más recientes dio síntomas de una endeblez preocupante.

Cuando más se volcaba el Málaga, sin embargo, el conjunto de Mel encontró la tranquilidad a través de un tanto de Mosquera, recién ingresado en el campo en sustitución de Bruno. De nuevo un centro desde una banda, en este caso de Juanfran, encontró al centrocampista coruñés después de que Carles Gil despistara a la defensa con un intento de prolongar la pelota de tacón.

A partir de ahí llegaron los mejores momentos del equipo, que pareció sacudirse los nervios que lo agarrotaron ante Granada y Sevilla. Camacho aún tendría tiempo de llevar cierta incertidumbre al graderío con un remate desde 25 metros que se estrelló en el larguero de la portería de Lux. Respiró entonces Riazor, que vislumbra la salvación.