Ayer tuvo sentido hasta la alineación inicial, que ofrecía una mejor disposición del equipo sobre el terreno de juego.

Tuvo sentido también ayer, el sufrimiento al que por necesidad estaba abocado el deportivismo.

Sufrimiento que pasaba por puntuar en un campo no asequible, y porque se diera la conjunción de los astros, en al menos uno de los firmamentos donde jugaba también el Deportivo.

El Dépor entró en el partido mucho mejor de lo que nos tenía acostumbrados desde hace tiempo ya. Con el equipo dispuesto defensivamente mediante repliegue, dejando las opciones de gol al contraataque, el Deportivo contrarrestaba al Villarreal obligándole a jugar constantemente por dentro y sin profundidad.

Si en la primera parte el Dépor intentó y sacó algún contragolpe, en la segunda la distancia entre el área rival y los blanquiazules era tal, que se antojaba casi imposible poder asomarse a los dominios del portero local.

A pesar del insistente acoso al que se vieron sometidos, el buen orden y el compromiso defensivo de los futbolistas deportivistas, hicieron que el resultado pudiera mantenerse y que los locales no pudieran encontrar más soluciones que centros laterales en acciones estáticas.

Se ha conseguido el objetivo de la permanencia, el Deportivo sobrevive y lo hace tras una temporada donde las dosis de sufrimiento que los aficionados hemos tenido que ingerir, se antojan exageradas.

El Deportivo a día de hoy está situado en el límite del descenso, ¿suficiente?, con dos equipos de los tres que pierden la categoría habiendo sumado solo 20 y 22 puntos.

Salvarse con 33 puntos, no parece algo como para celebrar más allá que el fin del sufrimiento.

Por eso ahora toca darle otro sentido al futuro inmediato. Con menos sufrimiento a ser posible.