Una final robada y mucho miedo. Manuel Gayoso no olvidará nunca los Juegos de Múnich 1972. Él, un consumado cuatrocientas y vallista, alcanzó la cita planetaria compitiendo en 800. No le gustaba la prueba, pero no se le daba nada mal al atleta del Deportivo. Tanto que el 1 de septiembre, hace hoy 45 años, los marcadores del emblemático estadio olímpico de la ciudad bávara ya lo daban como finalista. "Era algo impensable en aquel tiempo", rememora Gayoso, primer blanquiazul en asistir a una cita de este calibre (luego lo hicieron Isidoro Hornillos y Colomán Trabado en Moscú y Los Ángeles). Mike Boit acababa de ser descalificado y el blanquiazul se colocaba cuarto de su serie, la más rápida de las tres semifinales. Entraba último por tiempos, un sueño. Podría haber sido un día grande para A Coruña y el Dépor, ya que el arteixán Jaime González Chas peleaba por una medalla en tiro olímpico. Ni una cosa ni la otra. A Gayoso la alegría le duró unos minutos. "Me fastidiaron, fue un politiqueo de mucho cuidado, aquello dio la vuelta al mundo. Boit pasó la línea con las piernas por el medio antes del 400 y eso es descalificación. Aunque luego lograse el bronce, las reglas son iguales para todo el mundo. Si metes la pata... Pero los keniatas amenazaron con un boicot de todos sus atletas y lo readmitieron". Los movimientos de despachos al más alto nivel habían surtido efecto y el pontevedrés se quedaba fuera, la posibilidad de luchar por una medalla o por un diploma se le escurría entre las manos. Fue uno de los momentos álgidos de su carrera. El amargor estaba ahí y sigue presente, aunque tamizado por el paso del tiempo. "Ya llovió...".

Los sobresaltos no acabaron ese día. Madrugada del 4 de septiembre. Manuel Gayoso ya había finalizado su participación y disfrutaba de la ciudad y de la Villa Olímpica, como hacen siempre y en cada cita todos los deportistas, forma parte de la liturgia de los Juegos. Pero lo que estaba predestinado a convertirse en unos días de relax después de tantos sacrificios, acabó desembocando en instantes de tensión de los que es difícil despegarse. "Quedaban todavía dos días para el cierre de los Juegos y yo ya había corrido. Aquello fue la leche. Entraron (los terroristas) vestidos de ciclistas y llevaban las metralletas desarmadas en las mochilas. Desde donde estábamos nosotros, en la Villa, veíamos a los tíos enfundados en los pasamontañas y con las armas", relata en primera persona el asalto y masacre de hasta once deportistas israelíes por parte de Septiembre Negro, un grupo terrorista palestino. Un hecho que marcó aquella cita y la historia del olimpismo. "Hasta una bala perdida le pegó a un cocinero en una pierna, allí mismo en la Villa Olímpica. Lo que vivimos... Mientras estuvieron con los rehenes, cerraron todo y no dejaron salir a nadie".

El secuestro acabó de la peor manera posible. Murieron los rehenes, cinco terroristas y un policía alemán. 17 fallecidos. Múnich 1972 no se suspendió, la tensión flotaba en el ambiente. "Fue tremendo. Volvimos al estadio para el cierre de los Juegos (se organizó una especie de ceremonia fúnebre) y estábamos todos allí abajo mirando para la grada. Teníamos miedo, estábamos acojonados a ver si cualquiera empezaba a pegar tiros a diestro y siniestro, a nosotros que no teníamos culpa de nada", rememora Gayoso.

Idilio deportivista

"Con el Celta ni fu ni fa, pero el Dépor fue lo mejor de mi vida. Impresionante". Manuel Gayoso se llevó aquel sinsabor de Múnich y siempre creyó que debía haberse enfocado mucho más hacia la velocidad del 400 y una prueba técnica como las vallas y no hacia el fondo del 800, pero admite con rotundidad que los años que pasó en A Coruña fueron los mejores. "Estaba contentísimo y eso que no cobraba un duro del Deportivo. Yo me encontraba en Madrid, ya casado y fuera de la Blume, y me trajo Emilio Tapia. También me acuerdo de Emiliano Moreno (encargado de la sección de atletismo del club) y Antonio González (presidente). Me buscaron trabajo en colegios, primero en Calasancias y luego en Santa María del Mar".

Gayoso relata hasta con ilusión unos condiciones de trabajo y de entrenamientos que distan mucho de las de hoy en día. "Yo estaba fabulosamente. Un día me dijeron: '¿Quieres ejercitarte en la Zapateira?'. Y yo les dije que claro que sí. Me dieron un pase para el campo del golf y allí corría, en aquellos terrenos. También lo hacía en el estadio de Riazor, pero eso ya era horroroso porque entre la pista de ceniza y el viento acababas derreado. Yo llegué tarde al tartán", describe y lamenta el deportista.

Para entrenarse su último recurso, al que le pone algún pero que le dio alegrías, fue la pista indoor del Palacio de los Deportes de Riazor, inaugurada en 1970. "Era de 160 y en las curvas te ibas fuera, pero aun así era la mejor de España. Allí conseguí tres récords europeos y nacionales de 500 indoor, el último duró años". Él lo logró en 1972 y Reina lo batió en 2009. Su plusmarca de 400 perduró más de una década.

El dopaje, otro rival

"A nosotros nos daban vitaminas Redoxón y ellos... Es de coña". Ha pasado el tiempo y Gayoso se toma con humor otro de los contrincantes con los que tenía que lidiar en aquel tiempo: el dopaje generalizado en los países del Este. "Se hacían exámenes de orina, no de sangre, y Alemania del Este y Rusia con los médicos tan buenos que tenían, no detectaban nada; luego salieron todos", recuerda. "Pero yo estoy orgulloso de no haber tomado nunca nada porque ahora gozo de una salud maravillosa (tiene 73 años) y ellos cayeron. Yo corro, camino y hago bici de montaña. No estoy preparando unos Juegos, pero bueno...", ríe.