"Lucas, Lucas, Lucas". Cada contacto del 7 con el deportivismo eleva un poco más su figura. Si hace unos días los gritos atronaban en la terminal de Alvedro, ayer le tocó el turno a Riazor, su casa. No había rival por el medio, pero disparó las pulsaciones de la grada. Locura colectiva. Parece que o nunca se fue o que la distancia acentuó el afecto. "Imposible expresar lo que siento ante tanto cariño. Gracias de corazón a todo el deportivismo", apuntó el coruñés en sus redes sociales tras el acto. Unos 6.000 espectadores se acercaron en una agradable tarde en A Coruña hasta el coliseo herculino, al que se le quedó pequeño el anillo inferior de Tribuna. Tuvieron que abrir las puertas de la zona superior. Había ganas de aclamar al coruñés, de aplaudir al resto de las contrataciones. Nueve fueron los protagonistas. El zurdo de Monelos era uno de los tres que regresaban junto a Fede Cartabia tras unos meses de cesión en Braga y Guilherme, una vez ejecutada su opción de compra, y seis las caras nuevas: Costel Pantilimon, Gerard Valentín, Zakaria Bakkali, Fede Valverde, Adrián López y Fabian Schär, uno de los más aplaudidos por los aficionados junto al símbolo coruñés.

Ya media hora antes del inicio del acto se palpaba la ilusión y las ganas de compartir unos segundos con los fichajes. La última alegría del verano antes de las preocupaciones clasificatorias. Muchos niños, infinidad de camisetas de Lucas. La explanada del parking, la Deportienda, las aceras de Manuel Murguía y la avenida de La Habana se quedaban pequeñas en los minutos previos, más de uno ya paladeaba el momento, mientras se acercaba a su estadio desde el paseo marítimo o desde el resto de accesos. Una tarde muy familiar en la que las nueve estrellas del acto subieron los decibelios de Riazor tan solo con su presencia.

El Dépor repitió en gran parte la escenografía de los últimos años. Si le había funcionado, ¿para qué cambiar ahora? Llegaron en tres automóviles hasta el césped, se cambiaron en el vestuario para enfundarse la ropa de faena y, mientras coreaban sus nombres por megafonía, iban saltando de corto cada uno por separado para recibir el cariño de sus seguidores.

Lucas era el más aclamado, el más buscado. El coruñés fue la traca final, pero antes hubo mucho más. El último en llegar, el primero en salir. Pantilimon lleva solo unas horas en A Coruña, pero no defraudó en el cara a cara. Sonrió, saludó, firmó todo lo que le pusieron por delante. Le siguieron algunos de los que estaban en las quinielas de los más aclamados como Fabian Schär, Fede Cartabia y Fede Valverde tras su triunfo con Uruguay. Quien sorprendió también por el número de adhesiones fue Adrián López. Hay a quien no le gustó su forma de marcharse del equipo tras el descenso a Segunda de 2011, pero al menos en el primer plebiscito salió más que airoso.

Y justo antes de que volasen los últimos balones y los jugadores ejercitasen sus dedos rubricando fotos y camisetas, fue el momento del 7. Riazor atronó, mientras se preparaba para la avalancha posterior, para el contacto más cercano.

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Presentación de los nuevos fichajes del Deportivo en Riazor

Lucas, gracias por volver a tu casa y no es Navidad, así rezaba una de las muchas pancartas que se pudieron ver en la grada del estadio blanquiazul. Lucas no escatimó en gestos, en el tiempo que empleó para devolver todo el cariño que estaba recibiendo, ya fuese en forma de besos, de abrazos, de saludos, de aplausos. El coruñés se hacía selfies, firmaba camisetas, leía todas y cada una de las pancartas, mientras las pedía para guardárselas de recuerdo. Todo por contentar a su gente, esa a la que ha echado tanto de menos en estos meses. Él ha estado en esa grada y sabe lo que se siente, la locura que despiertan los jugadores más queridos entre los aficionados. Es consciente de que es un privilegiado y parte de ese afecto es el que buscaba cuando dejó pasar ofertas que le proponían más económica y deportivamente. Sentimiento. El mismo que comparten muchos seguidores blanquiazules. Más de 26.000 socios y fiebre por los fichajes en una temporada en la que Riazor busca la añorada tranquilidad. El deportivismo nunca falla.