En el descanso se escuchó un ronrroneo que partía de las gradas. ¿Qué pasa? El porqué obtuvo rápida respuesta, era Lucas Pérez que estaba calentando sobre el verde. La entrada del de Monelos era inminente. "Seguro que lo cambia en el minuto uno", decía un compañero en la zona de prensa. "Normal, para que todos vean el cambio y anime a los suyos", fue mi respuesta. Tardó cuatro minutos en tener protagonismo, uno después el Deportivo empataba. El efecto Lucas había dado resultado, o eso parecía. El Deportivo estaba lanzado y la Real parecía influenciada por la presencia del coruñés, cuya simple presencia levantaba a los suyos y parecía intimidar al rival. Pero Lucas todavía no está. Le falta un poco. Incluso lo había dicho Mel la pasada semana, el entrenador que ayer le dio más de 40 minutos.

Lucas es Lucas en Riazor y ayer lo demostró ya según pisó el césped, cuando empezó a hablar con los compañeros y a gesticular. Estaba lanzado, quería ayudar en completar la remontada, primero como pareja de Andone y después con Adrián a su lado, pero... le falta. Llevaba muy poco tiempo en el terreno de juego cuando persiguió un balón largo que se llevó Odriozola, un balón que dentro de dos semanas lo ganaría el atacante blanquiazul. Y más detalles en los que se pudo comprobar que le falta todavía esa pizca... de todo. Como en el contragolpe previo al tercer gol realista, cuando se dejó la pelota ante el cruce de Illarramendi. Incluso parecía que le faltaba el tacto en el pie. "No es lo mismo entrenar solo que hacerlo con el equipo", había recodado Mel la pasada semana.

Hablaba con sus compañeros, con el árbitro, con todos, tenía ganas, muchas, pero la cabeza iba más rápida que el cuerpo. No es nada malo, es algo natural, solo que la ilusión que transmite no concuerda con lo que ayer podía llegar a dar. Cuestión de física. Sin embargo, nadie le reprochó nada al delantero en su regreso, al contrario, al final del partido todo eran lamentos: "Lástima que solo esté para jugar quince o veinte minutos". Lo obvio es obvio. Y lo peor fue que el efecto intimidatorio inicial que supuso su presencia se quedó en nada muy pronto porque los defensores de la Real pronto se percataron de que no era el Lucas que temían, por mucho que el jugador se esforzase.