Pocas veces una derrota en Riazor dejó mejor regusto en los últimos tiempos. Hubo que dejar pasar unos minutos para despegarse de la injusticia, de la sensación de vacío después de tanto remar. Al final, el poso que queda no tiene nada que ver con el nulo botín de puntos. Las victorias morales son malas compañeras de viaje y más si se alargan en el tiempo. Llevan al autoengaño. Pero la media sonrisa y la esperanza que genera el equipo de Cristóbal dan muchas pistas sobre las verdaderas necesidades que tenía la grada de Riazor.

Aunque parezca mentira, el Dépor atraviesa una de sus estadías más prolongadas en Primera. Si se atiende a sus casi 111 años de vida, cada permanencia debería ser un triunfo. Y lo es. Nadie las infravalora porque son la red última y más cuando la deuda se acerca a los 100 millones. Pero hay que ampliar el espectro, mirar alrededor. No llega con salvarse por salvarse. Sin construir nada, viviendo al día, jugando por debajo de su nivel, siendo el menos malo en una carrera de cojos. Se crea una desafección porque la afición no se siente identificada con el proyecto, con lo que ve sobre el césped. Unos van por un lado y otros por otro. No hay mayor peligro para una empresa de sentimientos. Y ese es el valor de Cristóbal en la última semana. Más allá de los puntos, del aire que ha cogido respecto al descenso, ha hecho méritos para acabar convirtiéndose en el mejor antídoto ante el desapego.

Le irá mejor o peor, ganará o perderá, pero este Dépor empieza a representar a su afición. Desde el banquillo y en el terreno de juego. Tiene un plan, lo sigue. Y encima es atractivo. Compite. Es intenso, punzante, combinativo, valiente, inteligente tácticamente y ordenado. Le falta, sin duda. Sigue por momentos a merced de sus desconexiones defensivas, nadie lo pone duda. Pero solo con oír el rugido de la grada durante el primer tiempo y mirar algunas de las caras de asombro llega para saber que algo se mueve en Riazor. Ahora hay que ponerle la cara al viento en contra del calendario y los resultados adversos. Ni un paso atrás en la apuesta. Sin vacilaciones, sin fisuras. Así como creyó tras empezar perdiendo en Gran Canaria, ahora también debe perseverar. La recompensa llegará más a largo plazo.

Cristóbal oposita a darle sentido al equipo, a la apuesta futbolística hecha en los despachos por un determinado tipo de jugador. Si acaba llegando, su triunfo también redondeará el proyecto de Tino Fernández y su consejo. Construir de arriba para abajo y viceversa. Hubo una metamorfosis en el modelo de cantera. Se apostó por un técnico con pedigrí recorriendo bandas de Primera y formando jugadores en Cataluña y con determinados gustos futbolísticos. Por urgencias, por malas decisiones o por las apreturas, no se dio con la tecla para aplicar ese mismo modelo al primer equipo. Los jugadores de Abegondo deben sentirse cerca de los mayores y también los entrenadores. Cobra más vigencia que nunca esa frase de que todos fichan por el Dépor, un club en el que se debe poder hacer carrera.

Más allá de que propusiera lo mínimo y de que se llevara un premio excesivo a su racanería, el Atlético no deja de ser un conjunto incómodo. El equipo coruñés ofreció una gran versión dando interesantes muestras de versatilidad y progreso en su fútbol y en sus nociones del juego. Aun así, le costó hacer daño. Lucas, todavía lejos de lo que puede dar, estuvo desasistido. Fede Cartabia fue uno de los mejores, aunque su presencia, combinada con la de Bakkali, hizo que por momentos al Dépor le faltasen registros, asociación, que no le sobrasen al grupo decisiones correctamente tomadas en los últimos metros. El belga es a veces tan desequilibrante como inofensivo. Potencia sin control. El día que sepa manejarla? Futbolistas como Adrián o Carles Gil, ahora lesionados, pueden añadir desde la banda izquierda los matices oportunos y realzar la apuesta.

El mismo aplauso

Los imparables Fabril y Dépor femenino están en un impás. Ni siquiera pierden. Pero en esta luna de miel del filial en su reencuentro con la Segunda B tres empates hacen dudar. Su segunda parte en Pontevedra es para seguir creyendo esté quien esté en el banquillo. Y quien merece el mismo aplauso hoy que siempre es el grupo de Manu Sánchez. Un ilógico sistema de competición les obliga a mantenerse competitivas cuando a veces ganan el partido anterior por más de un dígito en el marcador y también les aboca a hacer una liga perfecta ante la diferencia de las blanquiazules y el Oviedo con el resto. Solo se clasifica el campeón de grupo. Llegó el primer tropiezo tras un pleno inmaculado. No hay que desfallecer, la liga es larga.