Fabian Schär, héroe y villano. El 0-1 de Suiza en Irlanda del Norte ha deparado mucha alegría en tierras helvéticas y ha levantado idéntica polvareda en Belfast. Mañana será la batalla final en Basilea y, mientras tanto, la marea verde, que llenó Widson Park, está centrando su frustración en el dudoso penalti por mano de Evans y en la contundente entrada del deportivista a Dallas en el minuto cinco, que le supuso ver la tarjeta amarilla.

"Debió haber sido roja, esperamos que en la vuelta el árbitro nos regale algo", exclama a los cuatro vientos el seleccionador Michael O'Neill desde que el colegiado señalase el pitido final. En Irlanda del Norte es uno de los malos de la película de terror de los verdes y en Suiza se ha convertido en una figura nacional. "Gracias, Schär", se puede leer en alguna columna de opinión de la prensa de su país tras el decisivo encuentro de ida. Para los helvéticos, esa acción de Fabian Schär fue la mejor manera de ganar la guerra psicológica ante un combinado que quería llevar la batalla al terreno de lo físico. No se arrugó, sus compañeros tampoco. El zaguero deportivista, suizo de sangre caliente, marcó territorio en ese lance y a partir de ahí todo fue más rodado para su selección.

Suiza asumió su papel de equipo superior, como ya hizo en toda la fase de clasificación, y mandó durante el choque. Disfrutó de un buen puñado de ocasiones de gol y finalmente llegó el 0-1 en una acción inesperada y con una evidente carga de polémica.

Ya está todo preparado para la vuelta en la que Fabian Schär será uno de los indiscutibles en el once de Petrovic en Basilea. Suiza podía presumir de una fase de clasificación inmaculada hasta la derrota ante Portugal en Lisboa. Su trayectoria en su feudo es aún más impresionante. Pleno de cinco victorias y con un balance de goles de 13-2. Hasta el último duelo ante Hungría (5-2) no había recibido ni un tanto como local. Ese es el fortín, que será su aliado mañana y el peor enemigo de Irlanda del Norte.

Si finalmente lo consigue, será el segundo mundial de Schär. Hace tres años llegó a la cita de Brasil como una opción secundaria para su seleccionador y acabó siendo titular en los duelos ante Honduras y Argentina, en el que el combinado helvético fue eliminado 1-0 con un gol de Di María cuando estaba a punto de consumirse la prórroga. En este mundial será todo lo contrario. Ya tiene 25 años y es uno de los estandartes de una selección, que acabó en la repesca de manera injusta. Ya está teniendo este año la oportunidad de reivindicarse en el Dépor, casi seguro que podrá hacer lo mismo también en Rusia.