Deportivista de cuna, celeste de escudo al pecho. Carlos Torres Barallobre (A Coruña, 1934), hijo de un histórico blanquiazul como Pepe Torres y criado en el Fabril, jugó cinco años en el Celta, el equipo que dio la alternativa en la élite a un jugador que se pasó más de una década en Primera logrando más de 60 goles y llegando a ser internacional b. Han pasado más de 50 años desde que jugó su último Dépor-Celta y echa de menos el ambiente de esas citas en las que se podía viajar sin ningún problema de una ciudad a otra y en las que se disfrutaba de un pique sano. "Había una rivalidad bonita, una preciosidad. Ver un Celta-Dépor o Dépor-Celta era una maravilla. La Galera, Olmos... Todo estaba lleno desde el sábado cuando se jugaba el domingo, y pasaba lo mismo en Príncipe y el centro de Vigo. Veías a la gente cruzando de un lugar a otro, tú les decías que les ibas a meter tres con los dedos y te contestaban... y no pasaba nada. Hasta que no sé qué ocurrió. Nadie andaba a palos, ni se peleaban ni se insultaban. Ese espectáculo no creo que se recupere nunca".

"Gausí, Olmedo, Mauro, Azpeitia y Torres". Aún recita de carrerilla y sin titubear la delantera a la que perteneció en el Celta de los 50 y que se enfrentó en más de una ocasión al Dépor en aquellos duelos de rivalidad que tanto añora. "Mauro era un oportunista, un hombre gol. Olmedo, un jugadorazo. También coincidí con Aretio, Hermida, Villar, Pazos, Eliseo y Amoedo, un grandísimo futbolista, al que no dirigieron bien". Antes de plantarse en Vigo, una ciudad que ya conocía porque "había estudiado allí todo el bachillerato como interno", fue rechazado en Riazor. Él, que parecía predestinado a ser blanquiazul, tenía que buscarse otro camino. "Mi padre (Pepe Torres) dejó la directiva del Dépor y decidieron no ficharme. Un entrenador hasta dijo que no sabía atarme las botas", resopla y sigue. "Para mí no fue ni siquiera una desilusión porque nunca pensé que pudiese ser profesional. Cuando me vino a fichar el Celta, estudiaba Medicina en Santiago y jugaba los fines de semana en el Fabril, donde luego me sustituyó Luis Suárez. Llegué a Vigo y a los quince días estaba midiéndome al Sevilla de Campanal II, Guillamón y Ramoní, fue todo muy rápido. En Balaídos me quisieron muchísimo".

En sus cinco años como celtista y en su única temporada como deportivista le tocó vivir de todo, muchos duelos de máxima rivalidad. Alguna decepción, como el clásico de la promoción de permanencia con H. H. al mando de las tropas blanquiazules. "Don Helenio (Herrera) me quiso fichar para todos sus equipos, me llevaba bien con él. Me trajo una cámara de fotos de Tetuán y, como la gente en Vigo se enfadó por perder (1-3, el 12-7-1953), algunos decían que me había dado dinero... Aquel encuentro sí que se intentó arreglar con un empate entre dos directivos de Dépor y Celta que eran hermanos, pero no llegaron a un acuerdo, los jugadores no nos enteramos de nada". La leyenda dice que aquella tarde el que luego sería técnico del Inter ganó la batalla psicológica saliendo tarde al campo, entre otras tretas. " Coplas paraguayas", exclama restándole credibilidad. Su mejor momento, un golazo en Riazor. "Fue en un 0-3 (11-11-1956). Salgo del medio del campo, me la devuelven antes de llegar al área y, como la pelota se me iba, se me ocurrió pegar un salto y la agarré de chilena desde fuera y la clavé en el ángulo. No me lo creía. Me abrazaban y yo me preguntaba qué había pasado". Esos instantes generaban en él una mezcla de sentimientos. Se reivindicaba y a la vez lastimaba al equipo de su tierra. "Por un lado me daba pena y por otro, no. En A Coruña fui el rechazado y también me dolía. Además, la gente luego andaba diciendo cosas raras, no sabían lo que había pasado. Se creían que yo o mi padre habíamos traicionado al Dépor".

Aquel clásico en el que triunfó como goleador celeste fue dirigido por Scopelli, entrenador del Dépor unos años antes y con el que ya había tenido relación en A Coruña. "Era amigo de mi padre. De hecho, antes de irme a Vigo formamos ala un día en un amistoso del Dépor, en un partido homenaje. Como futbolista era un espectáculo y como técnico lo tenía todo. Y era un señor, una persona muy culta".

Antes de despedirse del fútbol de élite en Europa tuvo tiempo de jugar unos meses en el Dépor, del que se fue con el amargor de un descenso y de un contrato no renovado. "Loureda, Manolete, Beci, Veloso, Pepiño Domínguez, Jaime Blanco... Teníamos buen equipo, fue una temporada rara". Pasa el tiempo y es inevitable que los sentimientos asienten y tener preferencias. "Me tira un poco más el Dépor, es que nací en A Coruña, son mis raíces. Al Celta lo quiero muchísimo. Soy de los dos equipos, pero si me dicen cuál prefieres que esté en Primera, pues el Dépor".