Detrás del humo de los efectos, aparece la realidad y la del Dépor es dolorosa. Ni Pepe Mel ni Cristóbal ni Seedorf. Su fútbol y su ánimo necesitan, entre otras muchas cosas, un osteópata y un psicólogo. Hay que soltarlo física y emocionalmente. Vive agarrotado, bloqueado, le supera la situación. Cedió la pelota y, al menos, se olvidó de su versión verbenera. Más compacto. Hasta tuvo ocasiones, pero el poso del duelo es que no supo afrontarlo, se olvidó de jugar al fútbol, mientras se ahogaba en sus dudas. Desesperante, no arranca. El Betis, agarrado a un imperial Joaquín y henchido de moral, fue el polo opuesto. Cree en lo que hace. Meció la pelota, se colocó a su antojo en el campo y solo tuvo que esperar a que el Dépor cayese de maduro. Y lo hizo. 0-1. Enésimo golpe y muchos pitos de una grada harta. No soporta la situación, el equipo no le representa y no sabe ni siquiera cómo ayudarle. Panorama ahora mismo inabordable.

El Dépor se dio a sí mismo un baño de realidad, de humildad desde el inicio. Volvió a lo básico, a gatear. La apuesta de Seedorf en su estreno apuntaba a ofensiva, vistosa, al cuerpo a cuerpo si se detenía la mirada en los nombres. Finalmente, llevó al extremo la consigna de no complicarse en zonas sensibles, de peligro. Los blanquiazules volvieron a lo rudimentario para encontrarse; las dudas, los nervios y la fatalidad también pesaban. La tensión se cortaba en el ambiente.

37

El Dépor cae 0-1 ante el Betis en Riazor

El Betis era todo lo contrario, la confianza. Se animaba con la pelota desde atrás, tenía paciencia para macerar las jugadas, hacer correr a su rival y buscar los cambios de orientación. Ni los canteranos debutantes desentonaban. A este panorama ayudaba que Setién se había blindado con tres centrales. La posesión era bética, las ocasiones se repartían. Bakkali la mandó al palo y cada jugada a balón parado de los blanquiazules era un temblor sevillano; ahí se les veía más humanos.

Ya sin Valverde y con Borges, nada cambiaba tras el ecuador del primer acto. Intenso en las ayudas, en la basculación, junto, activado por la presencia de un nuevo entrenador, el equipo blanquiazul se hacía fuerte y buscaba su momento, mientras deseaba que llegase el descanso; no le sobraba. Krohn-Dehli aún estaba por aparecer. Todo se posponía.

El Betis no bajó el pistón, el Depor seguía atacado de los nervios y sin ideas. Mal panorama. Boudebouz y Joaquín, a cada segundo más cómodos, se mascaba la tragedia. No tardó en llegar. Solo hizo falta un centro por delante de la defensa y aparecieron todas las dudas. Loren, tocado por una varita, no falló. 0-1.

El gol fue un jarrón de agua fría para el equipo, la grada se debatía entre la indiferencia y el enfado. El Dépor se plantaba ante un muro más psicológico que futbolístico. Ahora tenía que jugar al fútbol y a contracorriente, sin confianza. Horrible. El Betis, a sus anchas, le entregó la pelota. Joaquín seguía con su clinic.

Poco a poco, casi por inercia y en el medio de una impotencia dolorosa a la vista, los hombres de Seedorf se echaron arriba. Fallando controles y en el medio de posesiones andaluzas, se lanzaron a la guerra. Mucha escaramuza, poca realidad. Andone mandó una al palo, pudo empatar. Nada. Hasta Fernando Vázquez necesitó algunos partidos para que su efecto cogiese fuerza. ¿Se puede permitir ahora el Dépor el lujo de esperar?