Tan cerca, tan lejos, tan poco. El Dépor volvió a acariciar un triunfo que se le resiste y que, ante tanto fatalismo, se atisba también con cierta lejanía. Son ya tantos días en los que parece imposible... Suma ante el Espanyol, se acerca al Levante, pero le sabe a poco el punto por sus angustias y por todo lo que se vio sobre el terreno de juego. Neta superioridad. Riazor, a diferencia de los últimos partidos, despidió entre aplausos a un equipo que jugó al fútbol y se vació como un calcetín, lo dio todo en la última media hora. A lomos de Mosquera y Lucas y, por fin, no haciéndole ascos a la pelota, embotelló a un conjunto perico que debe darle gracias a todos los santos, entre ellos a Diego López. El '7' falló un penalti, no le sale nada. El Dépor pudo haber encontrado hoy su camino. Quedan dos grandes dudas por resolver: si se ha topado tarde con él y si será capaz de consolidar esta mejoría y rentabilizarla en una importante cosecha de puntos.

Cambiar casi nada para que todo varíe. Seedorf buscaba puntos casi con idéntica fórmula en el inicio del duelo. Perseveraba en su idea, aunque le daba pinceladas. Mosquera era su gran apuesta, ya que las entradas de Fede Cartabia y Schär eran obligadas por las bajas. Y se notó muchísimo el coruñés. No para cambiarle por completo la cara al Dépor en la primera parte ni para llevar la manija durante ese periodo, pero sí para enlazar con el ataque. Fue vertical con y sin balón en un Dépor famélico en la creación. Con Guilherme escondido entre rivales, el '5' y algún pase superando líneas del suizo eran lo único que los aficionados se podían llevar a la boca. A la mínima el equipo iniciaba en largo por banda. Cero complicaciones.

Es cierto que al Dépor tampoco le generaban oportunidades de gol. El Espanyol, nada agradable a la vista, tocaba con más velocidad, pero no golpeaba. Solo lo hizo en un centro largo al segundo palo que mandó arriba Gerard Moreno y en un cabezazo de Baptistao tras una pérdida de Juanfran . El equipo coruñés las tuvo mejores. Un balón al palo de Fede Cartabia, otro cruzado de Andone y varios centros al área tras incursiones a partir de Lucas. El zurdo, aún sin finura, se mostró fajador e incluso desequilibrante. El duelo entretuvo en ese tramo, sobre todo, por alguna jugada con vértigo tras pérdida y por la incertidumbre, más que por fútbol. Todo quedaba pospuesto, el Dépor rescataría el fútbol.

El paso por los vestuarios reveló quién quería realmente ganar el partido. Al Dépor le costó imponerse, lo acabó consiguiendo de manera gradual. Al conjunto perico no le sobraba la igualada y confiaba en su pegada. Agente pasivo. El equipo blanquiazul, por fin, crecía, no sin sufrimiento. Son muchos golpes e inseguridades, la clasificación aprieta. Mil detalles que bloquean. Lucas lo intentaba, Mosquera tocaba, Guilherme mejoraba... Se venían arriba los hombres de Seedorf. Si hay algo parecido al ideario del holandés, se pudo ver en ese segundo acto, en la última media hora. Varios peldaños por encima de su rival.

Fueron un acto de fe esos treinta minutos, a pesar de que, como ya es costumbre, se llevó alguna bofetada. Diego López se hizo enorme ante un Lucas en línea ascendente y le detuvo un penalti que podría haber cambiado el duelo. Momento álgido ue terminó en bajón. El coruñés sigue gafado, pero en el resto del duelo no se arrugó, se empeño en hacer ver que no le pesaba.

El Dépor no bajó el pistón. Arriesgó atrás, mientras la entrada de Çolak le ayudaba a dar un paso más en ese embotellamiento forzoso. Precisamente, el turco le sirvió un balón de oro a Andone, que mandó incomprensiblemente al palo, el segundo del día, el cuarto en tres semanas. No hay manera. Se revolvió, lo intentó, nunca se rindó. Esa es la actitud y el fútbol que debe mostrar el Dépor, aunque hoy no haya recibido el premio justo. Ni él ni Lucas, que acabó llorando. Toca volver a levantarse.