Con el equipo en otras circunstancias o atendiendo al desarrollo del partido se podría convenir que arañar un punto ante el Eibar después de jugar casi 50 minutos con un jugador menos representaría un premio jugoso. Ocurre sin embargo que todo lo que no sea ganar supone un duro quebranto para un Deportivo que no canta victoria desde principios de diciembre y que además insiste en flagelarse a través de acciones rocambolescas como la que desembocó ayer en la expulsión del debutante Koval . El empate agrava las penurias del conjunto blanquiazul en la clasificación a la espera de que lo que hagan sus rivales y confirma que para salvarse deberá además sobrevivir a las verbenas en las que se convierten sus partidos.

Había anunciado Seedorf que sus jugadores saldrían a "comerse la hierba", "como toros", dijo; y en la puesta en escena hubo mucho de ese ímpetu que avanzó el holandés después de darle la vuelta por completo al equipo que se despeñó en Getafe el miércoles.

Hasta siete cambios introdujo el técnico deportivista con respecto al partido anterior, empezando por la portería y acabando por la delantera. De paso modificó el esquema, pero apenas varió una propuesta rudimentaria que ordena no especular con el balón en zonas comprometidas y lanzar balones en largo a los delanteros incluso antes de superar el centro del campo.

Ese orden de batalla convierte a jugadores como Muntari en soldados aplicados a los ojos del general, a pesar de que ayer desde el primer minuto rifó cualquier pelota que le llegó a los pies. Al contrario de lo que ocurre con el ghanés, a otros como Çolak se les mira con desconfianza. El turco no luce en la estrategia de Seedorf y ayer cuando quiso hacerlo enseguida se encontró con la orden de no adornarse demasiado. Aún así, en cuanto apareció alumbró el tanto de los deportivistas.

De entrada el Deportivo fue el mismo que en los cuatro partidos previos con Seedorf al mando a pesar de los numerosos cambios: un conjunto compacto fiado a la velocidad de Lucas y Andone. El equipo tuvo ese punto de intensidad que le reclama su entrenador y enseguida se asomó por la portería de Dmitrovic. Lo hizo buscando amplitud por las bandas en lo que parecía una receta contraria a las consignas de su técnico.

La primera ocasión la fabricó Navarro a través de un saque de banda para Lucas que el coruñés aprovechó con un centro al corazón del área. Lo tenía todo a favor Andone para embocar y acabar con el gafe que perseguía a los deportivistas desde hacía ya cinco encuentros consecutivos , pero el rumano estrelló la pelota en el cuerpo de Dmitrovic.

Fue el primer síntoma del mal fario que persigue a los blanquiazules y de la falta de tino exhibida por los delanteros en los últimos partidos, pero aún habría más. No pasarían ni cuatro minutos y Lucas ampliaría la maldición en una jugada parecida. Tampoco acertó el coruñés tras un servicio de Adrián con toda la portería a favor. El balón golpeó una vez más en Dmitrovic, se marchó al palo y acabó fuera. Demasiadas calamidades para un Deportivo en los huesos y que prácticamente en la siguiente jugada encajaría un golpe todavía más duro.

Una acción de Orellana en la que hasta tres deportivistas fueron a encimarle le dejó un carril en la banda izquierda que aprovechó para medirse con Sidnei y enviar un centro envenenado al área de Koval. Al ucraniano, debutante ayer con un dedo todavía lastimado, le pudieron las ganas y se lanzó a por un balón muy complicado al que ni siquiera se acercó. El regalo lo recogió Inui para colocar al Eibar en ventaja.

El sopapo lo encajó el conjunto de Seedorf como pudo, pero empezó a emitir las mismas sensaciones de desesperación que lo acompañaron en anteriores tropezones. Sin gobierno con la pelota, el fútbol deportivista se limitaba a la porfía de Lucas y Andone, que tendría otra clara oportunidad después de un gran servicio de Navarro. La envió al palo, igual que haría en el tanto del empate antes de que Dmitrovic, desorientado, se metiera el balón en su propia portería.

La jugada la alumbró Çolak con un servicio visionario para Adrián, pero el turco sería el sacrificado cuando Koval llevó la verbena a su momento álgido. No fue una actuación solista del ucraniano, sino que contó con la colaboración de Albentosa. La indecisión de ambos acabó con el portero fuera de su área derribando a Jordán y la consiguiente expulsión.

Con el marcador igualado y la perspectiva de toda una segunda mitad con un jugador menos, Seedorf decidió dimitir del encuentro y resguardarse de manera poco disimulada para conservar un resultado que los marcadores de Levante y Las Palmas determinarán si vale de algo. Para salir del descenso aunque fuera de manera provisional no sirvió, y eso ya hubiera sido mucho para este Dépor verbenero.