El modo en el que acabó el partido el Deportivo ayer en Montilivi sirve para ilustrar la situación en la que se encuentra el equipo. En puestos de descenso a falta de diez jornadas para el final del campeonato y después de tres meses sin ganar un partido, Mosquera acabó de central y Adrián de mediocentro. Fue sintomático del caos en el que se ha instalado el conjunto blanquiazul, golpeado en dos jugadas a balón parado y atornillado a una propuesta rudimentaria que apenas le proporciona argumentos. Dice mucho también de Clarence Seedorf, enrocado en un discurso que los resultados y el juego contradicen semana tras semana.

A medida que han transcurrido las jornadas, y a medida también que ha ido contabilizando partidos en el banquillo, el Deportivo se ha vuelto cada vez más previsible. Quizá esa sea de las peores sensaciones que puede transmitir un conjunto que lucha por esquivar el descenso, pero las dinámicas también gobiernan los piernas y hace ya mucho que el conjunto blanquiazul se ha instalado en una que no consigue tampoco eliminar de su cabeza.

El círculo vicioso que carcome al equipo arranca en las debilidades defensivas y acaba en la falta de puntería que deprime a sus delanteros. Ambos problemas eran de sobra conocidos antes de que el técnico holandés aterrizara en el club, que ha ampliado esas miserias a través de una propuesta recurrente.

Por más que modifique la alineación o explore diferentes posibilidades a través del esquema, el planteamiento de Seedorf se resume en minimizar los riesgos y fabricar oportunidades a través de lanzamientos largos a la espalda de la defensa rival. Apenas le ha dado resultado desde su llegada (dos puntos de 18 posibles y tan solo un gol a favor), pero el holandés insiste en un plan predecible como hizo ayer de nuevo en Girona.

La alineación bajo ese prisma pertenece a los meritorios y parece vedada para los jugadores con más cualidades con la pelota. Ocurrió otra vez en Montilivi, donde Albentosa formó pareja con Sidnei a pesar de su pifia contra el Eibar y volvió a recibir galones Muntari. Seedorf recuperó a Mosquera y se quedaron fuera Çolak, Carles Gil y Schär, sospechosos habituales para el técnico.

A pesar de todo, el Deportivo arrancó con personalidad ante el Girona, de la misma manera que lo había hecho antes contra Betis, Espanyol o Eibar. Dejó incluso pasar una buena oportunidad cuando todavía no se habían alcanzado los diez minutos. Una buena combinación entre Adrián, Lucas y Andone permitió explotar la fórmula en la que persevera Seedorf.

El coruñés filtró una pelota para Andone, recostado en la banda derecha, y el rumano ganó la línea de fondo para poner un centro peligroso en el área. Por allí apareció Adrián, que había intervenido en el comienzo de la jugada y había seguido con velocidad la incorporación de su compañero hasta rozar el remate.

Dejó pasar esa oportunidad el Deportivo como ya le ocurriera contra el Eibar hasta en tres ocasiones y poco después le llegó el mazazo en forma de gol del Girona. Hasta entonces el equipo local había transitado por el encuentro sin demasiados alardes, pero con los rasgos que distinguen a los conjuntos convencidos de lo que hacen. Dejó que fuera el Deportivo el que manejara los tiempos y se expusiese dada su precaria situación en la tabla. El equipo de Machín, con la permanencia en el bolsillo, miraba a Europa antes de recibir a los blanquiazules y con seguridad dejó que los de Seedorf se fueran consumiendo o se derrumbaran como acostumbran.

Lo hicieron a través de una falta lateral que primero cabeceó Bernardo con contundencia aprovechándose de la pasividad defensiva del Deportivo y embocó Stuani en el rechace después de una buena intervención de Rubén.

Con muy poco del rival el Deportivo se veía una vez más por debajo en el marcador. De nuevo la dinámica castigaba a los deportivistas y otra vez faltaba cintura para explorar vías lejos de la inicial. La única vez que lo hizo, ante el Espanyol, el equipo firmó sus mejores minutos bajo su mando. Con Çolak al gobierno, los jugadores le demostraron que existen posibilidades más allá de los grilletes que impone el holandés.

Ayer no hubo nada de eso, el turco incluso se quedó en amago de cambio cuando estaba preparada su entrada. Para entonces el Deportivo ya había encajado otro tanto. Fue muy parecido al primero: otra falta lateral espléndidamente lanzada por Granell y de nuevo mal defendida por los blanquiazules. En esta ocasión fue Juanpe el que conectó el remate de cabeza en el área por encima de toda la defensa.

No hubo reacción y el conjunto de Seedorf acabó abrazando una anarquía que supone una mala compañera de viaje para las diez jornadas que quedan por delante y en las que deberá intentar lograr una permanencia comprometida.