Un relato mil veces escrito que no deja de doler. La historia del Dépor dice que es un grande, todo un campeón de Liga, pero su situación actual le coloca en otra esfera. El equipo coruñés siguió casi al pie de la letra el manual de la derrota del equipo pequeño que se va camino de Segunda, al visitar el estadio de uno de los aspirantes al título. Tuvo que sufrir en sus carnes a un colegiado con el silbato a favor de obra y le terminó de condenar su falta de confianza (tres meses sin ganar pesan hasta en las pestañas). Las piernas se le agarrotaron, la cabeza se llenó de dudas en el póker de ocasiones que tuvo para traducir su meritorio fútbol en goles. Jugó como pocas veces esta temporada con un imperial Emre Çolak al mando, aunque el zurrón vuelve de nuevo de vacío a A Coruña ante un Atlético incómodo de ver, malgastando su talento. De poco le valen ahora las sensaciones a los coruñeses con el descenso al acecho. El siguiente paso, ya con la salvación en el terreno de las quimeras, es congraciarse con su grada ante el Málaga con un triunfo y mostrando parte del fútbol que enseñó hoy. Quedan meses muy delicados para el deportivismo.

Seedorf se quiso parecer a Simeone al inicio del duelo y pobló su once de jugadores interiores. Pivotes y enganches que estaban llamados a igualar la apuesta atlética con Saúl, Koke, Thomas y Gabi. No era un día para extremos. De los nombres a la plasmación sobre el césped hay un trecho y no hay mejor demostración que el equipo coruñés de la primera parte. Çolak dejó el eje y arrancaba desde una banda para hacer sentir más acompañados a Lucas y Adrián. Muntari se olvidaba de su cometido de coche escoba y blindaba y progresaba por la izquierda; Mosquera cogía el volante y la responsabilidad como mediocentro posicional. La apuesta y un Atlético bajo mínimos dieron alas al Dépor. El resultado fue el mismo de muchas veces, las sensaciones, las prestaciones, diferentes.

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El Dépor cae por la mínima ante el Atlético

Tal era la comodidad blanquiazul que ganaba confianza en la defensa de las jugadas a balón parado, se animaba a salir jugando desde atrás y empezaba a sentirse como pez en el agua en las contras, con espacios. Emre Çolak estaba dando una clase magistral. Gambeteaba, daba aire y soluciones. Al turco le gusta jugar en casa y en grandes escenarios, hoy estaba en uno de ellos. Crecía y el equipo lo hacía con él. A Lucas le sentó bien su presencia, jugar con espacios y la suplencia de Andone. Lo hizo de cine en casi todo el coruñés en la gran ocasión herculina en la primera parte. Atento al error de Savic, corrió, cuerpeó y le busca las cosquillas a Oblak en el remate. Gran parada. Una vuelta sin marcar. No sale nada.

En esa jugada y en otras. El Dépor no se rindió, mientras el Atlético estaba teniendo una presencia testimonial en su estadio ante su gente. La ley de mínimos del cholismo. Muntari, Pedro Mosquera... Más futbolistas pudieron ser los elegidos para ese 0-1 que no llegó. Cuando el equipo rojiblanco empezaba incluso a pedir la hora camino del descanso, el colegiado le puso una alfombra roja para que no se sintiese incómodo en su casa. Mosquera hace penalti, como miles en cada jornada. ¿Lo hubiera señalado en el área contraria? Nadie lo sabrá. Eso sí, tenía una lupa muy direccional. Es muy fácil pitar en el campo de un grande ante equipos que se despeñan a Segunda. Hará carrera Trujillo Suárez.

El Dépor no tuvo tiempo para preparar su respuesta en lo que quedaba de primer acto y lo fío todo al segundo. Eso sí, las primeras jugadas ya mostraron lo que sería una realidad durante este periodo: ya no era tan superior. No dejaba de intentarlo, tenía mucha llegada en la banda izquierda con Luisinho y Adrián, pero tampoco era capaz de poner en verdaderos aprietos a Oblak. El Atlético toca y tocaba, aburría. También ganaba, que es lo único que le interesa. El partido era una excusa para los madrileños, un trámite a la espera de días con más enjundia.

El tanteo duró poco más de 20 minutos, hasta que salió Diego Costa. Casi hizo el 2-0 en la primera acción, le llamó de todo a Albentosa en un encontronazo y lo destrozó posteriormente en cada jugada. Un abismo entre ambos futbolistas. El Dépor, a pesar de todo, no le perdía la cara al encuentro. Eso sí, con todas sus imperfecciones, muy humano. No aprovechaba las superioridades, se arrugaba en las zonas de remate. El que quedó más al descubierto fue Borja Valle, que tuvo el 1-1 ante Oblak y se le hizo de noche; casi le regaló el corte a Lucas.

Seedorf tardó en hacer los cambios. Bakkali tuvo tiempo para fallar un par, para volver a mostrarse intrascendente; Andone, para casi nada. Le faltó cuajo al Dépor para hacerse notar en el marcador, no en el duelo. Es lo lógico en un equipo que va camino de Segunda y que lleva tres meses recibiendo golpes. Su confianza está bajo mínimos, aunque hoy no debe agachar la cabeza al salir del Wanda Metropolitano.