Poco más se puede pedir. Minuto 6 y un gol delante... y ante el colista. Ochenta y siete minutos después, tres puntos, que ni los más optimistas esperaban, pero nada más. Ni dominio del partido ni anzuelo al rival para que desnude su retaguardia y machacarlo. Nada o menos que nada. Cierto es que estaban sobre el césped los dos peores equipos de la categoría. Y, con semejantes protagonistas, no se podía esperar una gran espectáculo. Uno que hasta el domingo pasado no había ganado en 2018 y otro que hasta ayer tampoco lo había hecho.

Y una vez cumplido el expediente, sin nada más que destacar, toca mirar a las jornadas que quedan por delante. A mí Seedorf no me va a echar en cara el pesimismo que le reprochó al bueno de Javi Torres (un profesional de la Radio Galega como la copa de un pino) que simplemente le hizo una pregunta del estilo... Y ahora, ¿qué?, después del enésimo bochorno... que como está demostrado no fue el último. Pues ya le respondo yo, sin necesitar de atacar al periodista para tapar las vergüenzas propias, pues a ver si empatan el Levante y la UD Las Palmas y seguimos haciendo números como si fuéramos Stephen William Hawking. Pero los nuestros, al contrario de los de la eminencia, no tienen certeza.

Que los tres puntos no nos impidan ver lo que había sobre el césped de Riazor ayer. Seedorf ha perdido la identidad con la que llegó. Pasó de jugar con los peloteros a un trivote Mosquera-Muntari-Guilherme (100% construcción de buen fútbol). De juntar a Lucas y Andone, a cargarse al rumano, Dios sabrá por qué. Prescindir de Schär para entregar la titularidad a Albentosa, que evidentemente están al mismo nivel pensando en la cita mundialista de verano... Ha tardado una eternidad en ver que Çolak es lo único distinto de este equipo. No ha sabido transmitir a los jugadores que se ponen un uniforme distinto al de sus diez compañeros... ¡¡¡que pueden coger el balón con las manos... de verdad, está permitido (dentro del área, eso sí)!!!.

A seguir echando cuentas y seguir contando con... los demás.