El Deportivo depende de un milagro para seguir en Primera, pero hay milagros y milagros. Ayer le convenía ir construyéndolo, pero estuvo a punto de enterrarlo por completo en un partido atropellado en el que consiguió ganar después de cuatro meses para alimentar unas posibilidades de permanencia todavía muy comprometidas.

El equipo blanquiazul salió a buscar ese triunfo con las enseñanzas que se trajo del Wanda Metropolitano. Allí Seedorf interpretó que quizá había reducido demasiado la propuesta a emplear y decidió asumir algún riesgo más. Quizá haya descubierto que sin goles, por más que su equipo no encaje, no se podría esquivar la Segunda División. Fueran cuales fueran las razones del holandés, ante el Málaga rescató la alineación que había dejado buenas sensaciones ante el Atlético. Entró Navarro por el sancionado Luisinho, pero el armazón fue el mismo: Çolak como referencia con la pelota; Muntari, Mosquera y Guilherme como escuderos; y Lucas y Adrián en la delantera.

La responsabilidad recaía principalmente en el turco, observado con desconfianza desde hace tiempo, tanto que incluso Seedorf el viernes deslizó que su rendimiento suele carecer de continuidad. Fue sin embargo a partir de una acción suya como el Deportivo encontró el camino hacia la portería contraria en un primer tiempo sin gobierno y en el que los blanquiazules apenas lograron manejar los tiempos.

Çolak buscó asociarse con Lucas para filtrar un pase a la espalda de la defensa. El coruñés ganó el servicio y se midió con Miquel hasta que el jugador terminó por derribarlo en el área. No falló en esta ocasión el delantero desde los once metros para colocar a los blanquiazules en una situación en la que pocas veces se habían visto desde la llegada de Seedorf al banquillo.

Con ventaja le tocaba al conjunto del holandés madurar el encuentro a través de su nueva personalidad. Desterrados los balonazos desde la defensa, le tocaba administrar la pelota para generar ventajas como las que le permitieron cuestionar su superioridad al Atlético. Al conjunto del holandés, sin embargo, le fue imposible imponerse a través de su centro del campo debido a la escasa participación de Mosquera, Muntari y Guilherme. Çolak no era suficiente y apenas pudieron armar un par de combinaciones cuando los laterales dieron profundidad a las jugadas.

La indecisión deportivista insufló ánimos al Málaga, que comenzó a encontrar caminos hacia la portería de Rubén a través del uruguayo Rolan. No fueron oportunidades claras, pero sí lo suficientemente constantes como para deducir que el equipo de Seedorf le había perdido la cara al partido.

La confirmación llegó al filo del descanso y a través de un saque de esquina. Ni la defensa ni Rubén acertaron a despejar un lanzamiento cerrado que peinó Miquel hacia el segundo palo. Le fue a caer a Rolan, que sin oposición marcó en el que la temporada que viene debería ser su estadio y que probablemente solo vaya a conocer como visitante.

Necesitaba algo más el Deportivo para amarrar ese triunfo que le permitiera creer. El desubicado Muntari dejó su lugar a Borges tras el descanso, pero la pauta de los deportivistas no difería demasiado de la de la primera mitad. Lucas se fue agrandando a medida que las prestaciones físicas de Çolak fueron decayendo. En sus pies estuvo el segundo para los blanquiazules con un remate en el área que Roberto despejó de manera excepcional. Después alumbraría un servicio visionario para Adrián. No acertó el asturiano para alargar el gafe que persigue al equipo.

Lo confirmaría poco después Guilherme con un remate lejano que se estrelló en el palo cuando el partido ya se había convertido en un duelo sin reglas en el que cada uno buscaba su propia supervivencia con los medios que tenía a su disposición. Marcó Adrián y enseguida empataría Rolan para llenar de incertidumbre Riazor, que vislumbró el drama en un remate de En-Nesyri al larguero. Sería Adrián casi al final, tras una espléndida acción de Borja Valle, el encargado de alimentar el milagro deportivista.