Mientras Morales enterraba el pie en el césped y el balón volaba hacia la red de Kepa, se desvanecían a cámara lenta las ínfimas posibilidades de que el Dépor arreglase un año que le había desnudado. Nada de rivales cangrejo. Una salvación normal y el Dépor ha caído. Matemática pura. Desde hace semanas el futuro para esta entidad se jugaba en las decisiones de hoy, pero desde la noche del lunes aún más. Ya no hay condicionales, solo dos realidades que acaban siendo una: Segunda División y reconstrucción. Y, aunque parezca un compromiso, aunque exista la tentación de dejarse ir sobre el césped, el próximo mes, aún con LaLiga en juego, será básico para su salud. Hay que detener la hemorragia, dejar que la herida supure para que se vaya la infección, limpiar a conciencia y empezar con mimo a realizar cura tras cura. Paciencia, trabajo. Otro Deportivo, más allá de la categoría en la que milite.

Barcelona, Celta, Villarreal y Valencia. El destino le ha preparado un cruel vía crucis en el que llevará ya a cuestas la cruz de la Segunda División, aunque todavía no la haya pisado. El Dépor se expone a tres fiestas ajenas, una de ellas en campo propio, y a mucha autodestrucción en esas cuatro citas. Rivales que le pueden golpear, aunque el que más daño se lleva haciendo desde hace tiempo es él mismo. Llega el momento en el que se agudizarán los reproches, las críticas, ese instante en el que Riazor estallará y hará patente ese malestar que lleva años rumiando. Es inevitable, hay que liberar, airear. Incluso es sano exigir. Un club como el Dépor debe ser realista, pero también tiene que tener el listón alto, donde lo coloca su historia. El equipo, el club, deben ser parte activa este mes. Es necesario que la grada se adapte a una nueva realidad (equipo de Segunda, planificación de Segunda), pero también que tenga la sensación de que hay alguien al mando en el césped y en los despachos. En la medida de que el grupo rinda ahí abajo y de que en la zona noble se empiecen a tomar decisiones de cara al futuro, que sean visibles, bajará la temperatura de estas semanas en el infierno. Serán más llevaderas. El inmovilismo en el consejo o ser un peso muerto en el campo no son ahora mismo una opción. Dignidad, construir, primeras piedras para el futuro.

Las hojas de ruta del consejo y de la Federación de Peñas no coinciden en estos momentos. Lo mejor de esta situación para el Dépor es que existe la salvaguarda de ese mecanismo del 5%, por el que, reuniendo ese porcentaje del capital social, se puede forzar una junta y plantear una alternativa al consejo de administración. Una fórmula para virar el rumbo, si así lo desean los deportivistas, para que el consejo rinda cuentas y para testar, si se vota, el peso de las alternativas y si existe una oposición real a los actuales rectores, más allá del sincero y profundo disgusto por la marcha deportiva. Cartas sobre la mesa. Todo si finalmente presentan esas más de ocho mil acciones. Con ellas por delante, poco espacio hay a la crítica por el momento elegido. Eso sí, con tantas decisiones estratégicas por tomar, el verano no parece la época más adecuada para afrontar unas elecciones. Ni en este de 2018, con el movimiento de algunos accionistas; ni en el siguiente de 2019, que es cuando medita plantear el proceso Tino Fernández y su equipo.

Un teatral Seedorf

Todo en Seedorf da la impresión muchas veces de formar parte de una escena premeditada. Mientras miraba por el rabillo del ojo a la cámara, salió a dar la cara ante los aficionados en Butarque. Defendió a sus jugadores y solicitó un último esfuerzo. Su discurso ante un micro también parece enfocado a movilizar. La marcha del equipo no le ayuda, pero desde hace semanas no es efectivo porque no llega, no es realista, no parece sincero. Ante la pregunta de si el Dépor podía salvarse, en Leganés dijo que seguía con "la misma canción", esa melodía gastada que de tanto escucharla ya ni reparas en ella. Inocuo. Ni mucho menos todo es culpa suya, aunque demuestra una vez más la poca atención que ha dispensado este club a la elección de sus inquilinos del banquillo en los últimos años. En Butarque, el Dépor arrancó como en Bilbao, no marcó, lo desactivaron y se desmoronó. Sin respuesta futbolística, anímica y física, no sobró la jerarquía para rebelarse a un destino marcado. Un reflejo de toda la temporada. El Levante apuntilló el lunes. Quizás, ya va siendo lo mejor para la salud coronaria de muchos deportivistas.