Ya sin objetivos, la afición del Celta celebraba la desgracia ajena. Lógico, es parte del fútbol. Festejaba incluso antes de que comenzase el derbi porque en realidad el enfrentamiento sobre el césped era una excusa. Importaba el antes, el alrededor y el después. Llegar a los últimos minutos por delante en el marcador con la posibilidad de bailar a un rival ahogado y en Segunda era el colofón. Los cánticos se multiplicaban, el eterno rival sufría y, de repente, llegó un balón al área que amortiguó Andone y fundió Lucas a la red. 1-1. El coruñés veía una puerta entreabierta y se metía hasta la cocina en el descuento. El empate no cambiaba nada ni servía de consuelo real. Pero el fogonazo descolocaba, limpiaba el ambiente y salvaba un mínimo de honra para un grupo blanquiazul, que estuvo desconectado, pero no ausente en Balaídos. La igualada hacía justicia en un clásico que no le importaba a casi nadie y que vivió uno de los episodios más descafeinados y ramplones de su historia.

Entre que pegaba el sol en Balaídos y que ninguno de los dos equipos se jugaba realmente nada, la primera parte pareció por momentos un amistoso de verano. Guinda lógica a un proyecto, el del Dépor, que le ha faltado mucho fútbol, oficio y también alma. El Celta arrancó amagando con convertir en una pesadilla el velatorio, poco le duró la intención. Su mente ya estaba en otra parte. La suya y la de su rival. Y eso que el aliento de la fiesta parecía empujarle. Nada. Se acabó el miniarreón y el equipo coruñés, mal que bien, buscó tocar, quitarse la presión e igualar el envite. A cámara lenta, claro. Y cuando todo parecía encaminado a que se impusiese el centrocampismo, a empezar el sesteo, llegó el enésimo regalo herculino esta temporada en su área. Esta vez fue Rubén, el de casi siempre. Salió blando a por un balón vertical fuera del área pequeña y, entre que dudó al imponerse y que Maxi le metió algo el cuerpo, el deportivismo asistió a otro sonrojo más. Pudo haber falta, nunca debió perder esa batalla. ¿Cúantos puntos ha perdido esta temporada por haber considerado su portería como un aspecto residual en su planificación? Mejor no hacer cuentas.

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Deportivo y Celta empatan en el derbi gallego

El Celta poco había hecho y, como se vio cuesta abajo, decidió lanzarse a tumba abierta, a hacer sangre. Su efervescencia duró un chasquido. Intención, pocas ganas. Y sin Aspas siempre cuesta más. El Dépor, al ralentí, se dispuso en torno a la pelota y apaciguó los animos celestes. Se igualaba el duelo, aunque el grupo de Seedorf seguía sin tirar a puerta. Fútbol sin porterías ni voltaje.

Maxi tuvo, de repente, el segundo tras otro obsequio, este también inexplicable, pero de Emre Çolak. Rubén sacó una buena mano. Un poco tarde. Al menos, le servía al Dépor para seguir en un partido al que a veces había que tomarle el pulso para saber si seguía con vida. Adrián estaba renqueante y el turco, desaparecido, mientras Lucas y Krohn-Dehli (de los mejores) empezaban a conectar. En una de esas combinaciones, Cabral tocó el balón con la mano en el área. El árbitro no señaló nada. Ni eso. Derbi, marcador incierto y, a pesar de todo, emoción escasa.

El otomano ya se quedó en el vestuario en el descanso. Cojeaba, otra razón para sentarlo. Seedorf blindaba la media con Fede Valverde. El Dépor quería el empate, no le iba la vida en ello. Adrián le metió un buen centro a Lucas, con el que estuvo cerca de inaugurar el marcador para los blanquiazules. Habría que esperar. Fue casi el último servicio del asturiano antes de la hora de encuentro. Borja Valle volvía a ser el primer cambio ofensivo. El choque estaba igualado con ligero toque blanquiazul.

El Celta tenía sus momentos, pero era discontinuo, no dejaba de diluirse. Al único que le hervía la sangre era a Hugo Mallo, que siempre tiene ganas de cobrarse afrentas pasadas. Primero increpó a Borges, después intentó provocar una tángana tras un fuerte roce entre Schär y Maxi. El derbi se iba calentando (un codazo de Boyé a Albentosa olía a roja) y el lateral de Marín estaba en casi todas. Hasta pudo hacer el 2-0. Le anularon el gol de manera justa por fuera de juego de Pione Sisto. Se quedó con las ganas, sigue alimentando la rabia.

Los últimos minutos relajaron las tensiones defensivas, subieron las pulsaciones y hubo alternancia. El Celta tenía más vida en la grada que en el césped. Fue el momento del Dépor para no irse de vacío. Pudo ser Andone el que hiciera el empate, también Borja Valle. El final se acercaba, mientras el equipo coruñés se estiraba ajeno a la resignación. Llegó el premio. Escasísimo, pero premio. Lucas marcó sobre la hora y señaló en la celebración hacia abajo con tres dedos en cada mano. ¿Los títulos? Volverán los derbis más pronto que tarde y, a diferencia de este, serán batallas de verdad y sobre el césped.