Como para seguir batiendo récords, el Deportivo disputó ante el Villarreal el partido más breve de la historia, en apenas un minuto todo quedó visto para sentencia.

Ayer el Deportivo puso la firma perfecta a las páginas escritas esta temporada. Un partido horroroso que ni siquiera el resultado ayuda a maquillar, y es que la diferencia del marcador, no es indicativo de que el cuadro de Seedorf haya plantado cara a un Villarreal que tenía en juego tres puntos casi vitales para sus opciones Europeas.

Ha sido un, más de lo mismo; tanto en juego como en resultado. Y no cabe la excusa de la ausencia de objetivos, puesto que toda competición ofrece siempre alguna meta que alcanzar; desde la victoria, hasta el orgullo de terminar la temporada ante tus seguidores de la forma más digna posible, pasando por sumar el mayor número de puntos con los que cerrar esta campaña.

El Villarreal, con el freno de mano puesto, desnudó las vergüenzas de un equipo que se va a la Segunda División con los peores guarismos de su historia.

Seedorf pedía a la afición que no se desencantara y que acudiera al Riazor con espíritu constructivo. Y los seguidores obedecieron, aunque pocos quedan ya con esa condición a la vista del aforo ocupado ayer en Riazor, y menos los que fueron quedando a medida que discurrían los minutos. A veces el silencio y la indiferencia, son mucho más significativos que cualquier manifestación sonora de desacuerdo.

La afición del Deportivo no tiene que demostrar nada, es soberana y nadie tiene potestad suficiente para demandarle mayor capacidad de sufrimiento que el mostrado en el transcurso de las tres anteriores temporadas, a las que esta cuarta ha puesto la guinda del pastel construido.

Poco cabe resaltar como lo mejor en el partido de ayer, si acaso la actuación de Borja Valle. El futbolista más destacado del Deportivo, tanto en participación como en acierto. Algo que ha dejado patente en cada una de las escasas oportunidades que se le dieron esta temporada.

Para mencionar lo peor, mejor el silencio.