Limpiar, reconstruir, crecer, aprender a ganar, volver a disfrutar, conectar con su gente, ganar, ganar, ganar... y ascender. El nuevo Dépor, ante una y mil tareas, ya gatea. Una refundación deportiva con el final inequívoco de la Primera División. Pero, con tanto trayecto, cualquier mirada obsesiva a la meta puede desviarle de las imprescindibles paradas intermedias. Cuando bajó en 2011, al club le pesaba la deuda y su historia. Este verano, por encima de todo, no se aguantaba la mirada en el espejo ante sus propias vergüenzas deportivas. Todo ha cambiado y todo está por cambiar. Tiene tanto que hacer que es mejor que vaya paso a paso, uniendo paciente y firmemente los puntos sobre la hoja. El empate en Albacete, más allá del enfado con el colegiado Pizarro Gómez, sirve como muro en el que impulsarse. También gana enteros con el refuerzo interno que supone percibir un proyecto con una identidad, con los pies en la tierra. Del banquillo al despacho, del palco al césped. ¿Suficiente para subir? Ya se verá. Esta Segunda lo pondrá a prueba y el tiempo lo juzgará. Los listones: un cambio real y el ascenso.

Mucho se ha hablado y se hablará de los vértices del rombo de Natxo. Mismas realidades, nuevas y modernas acepciones. Mientras continúan las divagaciones tácticas, el Dépor se enfrenta a meses llenos de aristas. Las que llegarán desde fuera en una categoría eterna y poliédrica, en la que casi nadie ganó cómodo en la primera jornada. Y, sobre todo, las que surgirán desde dentro, las peores. Vestuario, entorno, presión... En la caseta, hasta ahora con muchos inquilinos egocéntricos y desapegados, ya ha habido una revolución y es necesario rematarla. Era tal el hedor hace unos meses que ni todo un verano con las ventanas abiertas es aún suficiente. Las despedidas han sido un buen síntoma y epitafio de lo que había ahí dentro, todas con el tufillo de sálvese-quien-pueda. Al menos, ya se respira en Abegondo, buena falta hará cuando lleguen las adversidades, que serán muchas y vendrán por flancos inesperados.

Ahora toca coger aire en Riazor. Las tres primeras semanas de purgatorio por las obras del estadio posponen un reencuentro que, aunque no sea cómodo, es necesario para el equipo y para la grada. Avanzar, normalidad, mirar al frente, coser el cordón umbilical que les unía con comprensión mutua y la dulce rutina de la victoria. Nadie duda de la fidelidad del deportivismo, 20 mil socios lo atestiguan. Nadie. El Dépor es de la familia y nunca se le deja de lado. Pero no todo es tan sencillo, tan lineal. Una relación con matices, con amor, con ganas de que todo cambie, pero también con cuentas pendientes. Habrá desconfianza, todo seguirá a flor de piel. Más aristas. Mientras antes se disfrute del presente, se mire al futuro y se empiece a enterrar el pasado, mejor. Ilusión, limpiar la mirada. Que ir a Riazor no sea enfrentarse a un potro de tortura.

Y la exigencia, tan necesaria como insoportable por momentos. El Deportivo busca crecer desde dentro hacia fuera para que lo exterior le afecte lo menos posible. Pretende hacerse fuerte apoyándose en el grupo y anhela tener seguridades sobre el césped a partir de los automatismos de un sistema táctico de difícil digestión. Creen en lo que hacen, se nota. La meta del ascenso es tan necesaria y exigente, como mastodóntica se puede percibir la tarea si se visualiza toda de golpe. Paso a paso para no desviarse, para disfrutar del proceso. Habrá presión, es ineludible. Todo dependerá de cómo se soporte, de si el entorno deja o no respirar al equipo. Una y mil pequeñas piedras a las que el Dépor en su andar tendrá que acostumbrarse. Toca dar pasos, hacer cuero en los pies y no rendirse nunca en esta Segunda División extenuante.

Pinceladas que lo cambian todo

El Dépor tiene ya en Abegondo al 80% de la plantilla que pretende que lo devuelva a Primera. Ante todo, personas, grupo. También calidad. Algunas seguridades, otras tantas apuestas. A pesar de la profunda revolución emprendida, el equipo desprende cierta conexión personal y futbolística, el principio de algo con entidad, que debe ir a mucho más. Eso sí, Carmelo tiene una semana para dar unas pinceladas a su proyecto que se antojan decisivas para redondear la obra. La llegada de Vicente Gómez es el primer paso. El fichaje de un sustituto ante la posible salida de Albentosa es una operación menor, pero, en cambio, la delantera sí que requiere entrar con fuerza en el mercado.

Al Dépor se le vio en Albacete seguro de sí mismo, dominador, pero también desconectado arriba. Desde la zona creativa de la media hasta la del remate el circuito no funcionaba. El trabajo en Abegondo producirá significativos avances, pero acometer contrataciones de enjundia también ayudará. Con Christian Santos entre lesiones y llamadas internacionales, el equipo necesita añadir registros a sus últimos metros. Solo con ver cómo ataca este Dépor por sus bandas y lo básico que fue Borja Iglesias en Zaragoza para Natxo, se constata la necesidad de hacer un esfuerzo. Fichajes diferenciales, que dan goles, que te regalan un ascenso.