Casi ningún equipo hoy en día en Segunda División se puede permitir dudar de Fede Cartabia o Carles Gil. Natxo y las circunstancias los pusieron de retén en el banquillo y con un chispazo a deshora derribaron la resistencia de una única marcha, siempre con tendencia al retroceso, del SportingNatxo Sporting. Muchos pagarían o se dejarían cortar media mano por contar con tan solo una pierna de alguno de ellos. Justo la derecha, la mala del argentino, es la que teledirigió una asistencia a la cabeza a Pablo Marí. Riazor, patas arriba. Agitador, desequilibrante por naturaleza el 11. Ambos, con una operación de pubis hace unos meses y con problemas físicos durante los últimos días, fueron reservados por el técnico para acabar convirtiéndose en una segunda unidad demoledora. ¿Desaprovechar talento confinándolo al banquillo? ¿Intachable lectura del partido? ¿Hasta cuándo se puede prolongar esta situación? Más allá de las soluciones y el desenlace de este supuesto problema que más de un técnico querría para sí, la tesitura pone sobre la mesa el verdadero potencial de la plantilla y dónde se debe colocar el listón de la exigencia con el lógico atenuante de estar ante un proyecto en ciernes. Con un lugar vacante en la mediapunta, es un pecado prescindir, al menos, del argentino. El valenciano también puede encajar en el puzle. Tiempo al tiempo. Natxo tiene entretenimiento.

Un problema de cara al futuro esta disyuntiva, una nota al pie de página hoy para un deportivismo entregado al disfrute, al extraño aprendizaje de volver a ganar. Dicen que la afición por un equipo se forja en la desgracia y cristaliza en la victoria, pues últimamente esta hinchada se ha modelado a conciencia. Siempre habrá quien se encuentre ante una perspectiva peor, incluso el propio Dépor que transitó por Segunda B y Tercera, pero las aspiraciones van ligadas a las expectativas y la época dorada pesa, guía y empuja. Volverá a donde merece.

Mientras la grada se concede un segundo para cerrar los ojos y dejarse llevar por el viento de cola, este proyecto ideado por Carmelo sigue a lo suyo. Con pasos lentos, seguros. Da la impresión de que no quiere correr, pero que tampoco se va a conceder un segundo para volver atrás. "Pobre del que quiera robarnos la ilusión", proclama una tonadilla deportivista que resuena día sí y día también por Riazor. Con y sin andamios. El deportivismo no quiere y merece que nadie le corte las alas. A volar, a ilusionarse. Es hora de que vuelva a funcionar esa retroalimentación cortocircuitada que lleva a la grada a tirar del equipo y al equipo de la grada. Vasos comunicantes, puntos de apoyo mutuos. Hombro con hombro, siempre a ritmos medianamente acompasados. El fútbol blanquiazul esta temporada denota también un poso emocional. Nada hará que este vestuario eche las campanas al vuelo y menos con una victoria en el descuento y una primera parte plana, con excesiva corrección y timidez en ataque. Equilibrio. Ese talante, esa recolocación en el mundo sentará también muy bien a los seguidores. Todo en su justa medida. Un ascenso de trago largo, para dejarlo en el paladar.

Parte de esa rehabilitación futbolística y psicológica llega también a través de la recuperación de la autoestima, de los gestos aparentemente más nimios. "En el Dépor no juega cualquiera", respondía Natxo con orgullo y una media sonrisa cuando le inquirían sobre la posibilidad de perder en un corto espacio de tiempo a Domingos Duarte, un central imperial que se ha hecho insustituible en tan solo cuatro partidos. Buen mensaje. Es el momento de tener claro que los futbolistas y los presidentes pasan y queda el club, el sentimiento, queda el orgullo de sentir una camiseta. No sobra proclamarlo y deslizarlo a la mínima ocasión en una sala de prensa después de un verano de huidas al estilo sálvese-quien-pueda y de un par de temporadas en las que los futbolistas parecían estar haciéndole un favor al club por llevar su escudo al pecho. Deshonra. Pasados oscuros, anhelo de futuro con luces.

A Zaragoza

El equipo coruñés, el único de la zona alta que ha jugado tres partidos de LaLiga 123 a domicilio, se lanza de nuevo a la carretera. Próxima parada, La Romareda en Copa. Tendrá cara a cara mañana a uno de los grupos más hechos ahora mismo de Segunda. Viene de arrollar en Oviedo, tiene supuestas cuentas pendientes con Natxo; pocos conjuntos le pueden poner más a prueba ahora mismo. Se encontrará, además, un estadio en combustión. Inmejorable ensayo para lo que está por venir con un control de daños asumible, ya que este torneo es más que nunca un objetivo irreal. Poco a poco, sin retroceder y sobre seguro, como hace todo este Dépor.