"No digo alucinados, pero sí que nos sorprendía todo. Para nosotros era como jugar la Champions". José Ramón fue uno de aquellos pioneros que el 14 de septiembre de 1993 pisaba terreno desconocido. Saltaba al césped del Aalborg Stadion para estrenarse con el Dépor en Europa. Había tenido que esperar el club 87 años, pero disputaba por fin su primer partido oficial más allá de los Pirineos. Primero fue la UEFA y luego la Recopa, la Champions y hasta la Intertoto. Acabaron cayendo Old Trafford, el Olímpico de Múnich, Highbury, San Siro... No quedó ni uno en pie en un viaje de un cuarto de siglo y de 112 partidos con un final abierto que tuvo, como todo, una primera vez.

"Ibas con incertidumbre, no conocías el fútbol europeo, pero el recuerdo de lo vivido es dulce y agradable", apunta Carlos Ballesta, segundo de Arsenio y analista de aquel conjunto que se bautizó en el Viejo Continente. Él había tenido que realizar un viaje previo con unos condicionantes que un cuarto de siglo después parecen formar parte de la prehistoria del balompié. "Hoy es un chollo, tienes a manos información hasta de la cuarta división de Tailandia, pero entonces era más difícil. Contactamos con un conocido y, después de varias escalas, me esperó y me llevó él mismo hasta Aalborg. Ellos eran rápidos, muy físicos, tenían un buen nivel; en Dinamarca tampoco se jugaba con pelotas cuadradas. Yo le insistí mucho a Arsenio", refuerza el ahora ojeador de la base.

Informado, con cautela y con un vídeo bajo el brazo para ponérselo a los jugadores en la previa, partía de A Coruña una expedición en la que faltaban Mauro y Bebeto. "Viajaron atemorizados a Brasil", aseguraba entonces Lendoiro que había intentado que el delantero, con molestias, no jugase ante Uruguay y que el pivote se incorporase un día más tarde al grupo de Parreira para así poder disputar el Aalborg-Dépor. Fue más fuerte la presión sudamericana y eso que el presidente amenazó con abrir expediente a ambos y con una denuncia ante la FIFA. Havelange cortó de raíz cualquier intento.

"Los primeros viajes eran un poco caóticos, casi te daba tiempo a conocer Europa en los aeropuertos. A veces llegabas al hotel y hasta no podías cenar. Pero al final te acabas adaptando, era lo normal entonces", recuerda entre risas José Ramón una época en la que los chárters y los viajes directos se cotizaban. A pesar de la odisea, el Dépor no estuvo solo esa noche. Medio centenar de aficionados le acompañaron, algunos se aventuraron entre terminales y otros se lanzaron a la carretera para recorrer Europa entera. La pasión, la novedad.

"Ahora resulta que también somos favoritos en Dinamarca. ¡Vaya! Es bueno saberlo, hombre", contestaba con sorna un receloso Arsenio. En los días previos no paraban de llegar mensajes, por comparación, de la superioridad coruñesa. El Aalborg contaba con 800 socios y solo tres de sus futbolistas eran completamente profesionales: Gill, Ezeugo y Rasmussen.

"Era una ciudad triste, el estadio era un poco lúgubre, podría compararse con uno de Segunda B", introduce Liaño, ese día bajo palos. "Hasta había un fondo sin grada. Era todo muy modesto, diferente a lo que vino después en Champions. Pero los recuerdos son buenísimos. No solo para el club, para muchos era nuestro primer compromiso internacional", rememora con nostalgia el exguardameta.

Llegó el partido y llegó la sorpresa. "La prioridad era no perder, no pecar de novatos", recuerda José Ramón: "En el partido empecé a tener la sensación de que no eran tan buenos". El Dépor soltó los nervios, pero quien acabó venciendo en la ida fue el Aalborg (1-0) gracias a un gol de Thorst. Arsenio lamentaba la falta de puntería y señalaba al colegiado, que a su juicio, se había desentendido en las áreas. Aquel Dépor venía de ganar en Gijón (0-2) y unos días después arrollaría al Madrid (4-0 y doblete de Claudio). Dos semanas después la apisonadora, ya con Bebeto, aplastó a los daneses en la vuelta (5-0 con tres del brasileño y dos del valenciano). Luego vendrían las hazañas y el oropel. "Siempre me ha sorprendido la capacidad de adaptación del Dépor a la exigencia. Cuando Lendoiro cantó '¡Barça, Madrid, ya estamos aquí!' muchos pensaban que estaba loco y fíjate lo que pasó después. Lo que ocurrió en Europa fue en esa línea".