Buen partido del Dépor que le sirve para reforzar su confianza y confirma la idea de que buena parte de las opciones de ascenso pasará por la inexpugnabilidad de Riazor; algo que ha quedado demostrado por las evoluciones del equipo y los ocho goles conseguidos pero también ayudado por los pobres planteamientos de los equipos visitantes. El Elche excesivamente replegado y con la premisa clara de cerrar los espacios interiores por acumulación de efectivos y juntar bien las líneas hacia adelante, duró hasta el primer gol deportivista y se acabó su resistencia con el segundo.

El Dépor defensivamente se mantuvo firme desde la portería con Dani Giménez muy seguro con la pareja de centrales que son un lujo para segunda como son Duarte y Marí y con el elemento corrector que aplica en las ayudas Álex Bergantiños. Con eso y la posesión de la pelota los apuros son mínimos. En la delantera el trabajo de Carlos buscando espacios y yendo y viniendo a buscar la mejor posición de ataque es inmenso y Carles Gil participa como enlace prácticamente en todas las jugadas ofensivas. Pero hay dos cosas que se deben corregir. Por un parte, las llegadas por las bandas: acaba poniendo más balones el lateral zurdo (ahora Saúl y antes Caballo) pero de una manera previsible y casi siempre precipitada sin dar tiempo a que se ocupen de forma ordenada y escalonada las posiciones de ataque. La segunda es la fase de creación en el medio del campo: está descompensado y no manifiesta ni profundidad ni velocidad de circulación para darle amplitud. Aunque Expósito empezó con desparpajo sus mejores minutos llegaron con el partido sentenciado y Krohn-Dehli excesivamente tirado hacia la izquierda no está para tanto ida y vuelta. No obstante el equipo crece, la afición vivió una noche tranquila y el equipo sigue enganchado arriba. Después de todo lo vivido estos últimos años es para estar contentos. Que dure.