Nunca falla. Cuando el Dépor se ha dejado caer en los últimos años al abismo de Segunda, siempre ha estado ahí abajo Álex Bergantiños, dispuesto a cogerle en brazos. Sostén futbolístico, referente espiritual y emocional. La figura del capitán gana peso justo ahora que el Dépor coge color en la cara, pilla velocidad de crucero y emprende la caza de Granada y Málaga. Con Oltra, con Fernando Vázquez... y con Natxo. Todo cambia menos él. Hubo un tiempo que le escoltaron Colotto, Zé Castro o Juan Domínguez, luego le respaldaron Insua o Marchena y ahora le secundan Domingos, Marí, Vicente, Edu o Didier Moreno. Él sigue ahí, imperturbable. Carmelo recurrió al mediocentro coruñés como primera piedra en la reconstrucción del vestuario. Alguien que transpirase Dépor, que le contase a los nuevos de viva voz y con el ejemplo de qué va este club, al que en las malas hubiese que mirarle a la cara para dar explicaciones. Sus tres últimos partidos le han afianzado, además, en esa posición de pivote escoba. Contrapunto táctico a la creatividad que brota ante él. Su edad y su motor diésel le hacen crecer con los partidos y la continuidad. A punto. Los focos han alumbrado en los últimos días a Carlos Fernández, Edu Expósito o Carles Gil, mientras Álex seguía a lo suyo, preocupado de encender la lámpara, de atender a los puntos muertos de la escena, de las labores de intendencia. Álex siempre vuelve y el Dépor bien que lo agradece.

"Nuestro gran reto es que la gente se identifique con lo que viene a ver". La euforia empieza a dejarse sentir en A Coruña, a pesar de las curvas y las emboscadas que esperan aún en el camino. Álex, de nuevo inamovible, no ha variado ni un ápice su discurso desde este verano. Cuando él regresó, el Dépor acababa de sufrir un descenso que se veía venir. El golpe fue la consecuencia, no el origen. Las causas llevaban un tiempo amenazando. Una de ellas era, sin duda, una crisis de identidad galopante, que ya carcomía al club incluso cuando el equipo celebraba salvaciones. Solo era cuestión de tiempo que apretase el botón del ascensor para bajar. Por suerte, algo ha cambiado en Abegondo, algo se está percibiendo sobre el césped y por fin esa ola de renovación llega a la grada. Si hace un año la desafección fue previa a la catástrofe, ahora la identificación funciona de aviso de alegrías futuras. El deportivismo ya no tiene que apartar la mirada cuando su equipo juega. Es lo mínimo, pero es tan importante y se echaba tanto de menos...

Del pivote a la mediapunta. Unos metros más adelante el Dépor empieza a fortalecer el que hasta ahora había sido el punto débil de su columna vertebral. Además de Álex Bergantiños, Dani Giménez, Domingos Duarte, Vicente, Quique o Carlos Fernández forman parte de ese grupo de jugadores que han ofrecido seguridades, que han dado forma al equipo. Faltaba el enganche, esa pieza creativa que fuese la luz en ataque. Y, por fin, Carles Gil empieza a parecerse al futbolista que debería ser. Sin la sombra de Fede Cartabia, con la confianza de Natxo y entendiendo qué necesita el equipo de él, el valenciano ha dado un paso al frente. Gradual, con calma, dándole tanta pausa al crecimiento como pretende inyectarle al juego, avanza. Necesitaba jugar, ya tiene esos minutos. Su calidad le convierte en un futbolista que llena la vista, pero con él hay que ir más allá, rascar la superficie. Sus condiciones, que son muchas, deben llevar aparejada la exigencia. Más y sobre todo más regular. Si es capaz de sacar a relucir de manera asidua el nivel que tiene, al Deportivo le sentará de maravilla esa capacidad que tiene de asentar el juego blanquiazul, de recolocar el ataque para que todo fluya. Un futbolista único en esta plantilla que le hace falta al equipo en una versión máxima.

Si todo va encajando de atrás hacia adelante, está claro que arriba no va a haber problema. Carlos Fernández ha salido del cascarón. Venía avisando, aunque sorprende la contundencia de la eclosión. Las gotas de clase destiladas ante el Elche han maravillado a Riazor. Un día él, otro Quique, al siguiente el recuperado Borja o Christian Santos. Al Dépor le sobra la pólvora, justo lo que precisa un equipo tan masticado, al que le van a esperar colgados del larguero. Hacía tiempo que Riazor no disponía de una nómina tan extensa y tan dominadora en la categoría. Salvando las kilométricas distancias y tirando de nostalgia, recuerda a aquella época en la que el equipo coruñés lucía a Tristán, Makaay, Luque y Pandiani casi a la vez. ¿Cuántos goles marcará el nuevo cuarteto?