Por lo que se ve, por lo que desprende, por cómo evoluciona, por su fuerza interior, por comparación. Hay mil formas de escrutar al Dépor y en todas ha de dar una imagen impecable para ascender. No le queda otra. Es un equipo con personalidad, quizás quien más acusada la tiene en toda la categoría. No es arrollador ni exuberante, sensación alimentada por el juego masticado, la falta de vértigo y los marcadores cortos. Pero sí es rotundo en fútbol, convicción y maneras, más allá de alguna fase de estancamiento o que baje fuera de casa. Da la impresión de que tiene un destino marcado y que no se ha desviado ni un ápice. Progresa adecuadamente. Los mecanismos del rombo van asimilándose y cada día asoman más variantes. Incluso asusta por el potencial que esconde. El vestuario es otro. Las malas hierbas se cortaron de raíz en verano y lo que brota es de una calidad humana superior, solo hay que pasarse un día por Abegondo o ver las celebraciones de los suplentes en los goles agónicos. Egos, los justos. ¿Y qué pasa cuando el Dépor de Natxo se compara con sus rivales directos?

Subir a Primera no consiste solo en ser un buen equipo, ni siquiera un gran conjunto. Ayuda, sin duda. Pero es otra cuestión. Escalan la última parte de la montaña los dos mejores de esa Liga y el más en forma del play off de ascenso. Ni más ni menos. Parece sencillo, influyen infinidad de variables. Han ascendido en los últimos años equipos que ni siquiera estarían hoy en la pelea. Y hay muchos que han dado un gran nivel con anterioridad y que se han quedado en la estacada. Espacio y tiempo. El ascenso es una pelea contra uno mismo y también contra otros proyectos, con el agravante de que el conjunto coruñés se ha encontrado con una categoría llena de históricos, de necesidades y de rebeldes aspirantes a la gloria.

Asoma el primer tercio de campeonato y el Dépor ha coqueteado con el liderato, pero aún no ha sido capaz de asaltar de manera definitiva las posiciones de privilegio. El equipo de Natxo lleva tres puntos más que los proyectos de Oltra y Fernando Vázquez y ni así. Semana a semana Granada, Alcorcón y Málaga son capaces de replicarle, de poner en cuarentena su escalada. El grupo nazarí daba la impresión de que pronto quedaría atrás después de que el Dépor lo minimizase en Riazor. Su poder ofensivo, sin embargo, le ha convertido en un rival infatigable. El equipo de Cristóbal, fiel a su técnico, es intenso, vertiginoso, a pesar de los matices introducidos respecto al Fabril. No parece flor de un día. Y el Málaga, que demarró al inicio, es hoy el más titubeante, más allá de la fiabilidad del modelo Muñiz. Comparte ADN con Jiménez y su Las Palmas, otro de los contrincantes. Escuadras con potencial que igualan el duelo por abajo para ganar por pegada o calidad. Proponen poco. Lícito. Pero cuando empiezan a desaparecer los resultados, no queda nada. Sus aficiones están teniendo, por ahora, paciencia por lo que ven en el marcador, no en el césped. El conjunto canario planteó una batalla bajo esos parámetros al equipo coruñés, que en un contexto incómodo y de los más adversos de la temporada sale reforzado. Eso sí, no hay que olvidar que le salvó Domingos en el descuento. Haría bien en no fiarse en exceso. No dejan de ser leones dormidos y aún no ha escapado a sus garras. No le llegará al Dépor simplemente con ser un gran equipo, debe ser mejor que todos ellos. Le está costando. Cuando llegue a la zona de la gloria, sabrá mejor y será una posición más real, de la que será difícil desalojarlo, ya como un proyecto redondo.

El juego de Caballo y Saúl

Uno de tantos triunfos de este año es la normalidad. Casi nada de lo que ocurre en torno al equipo tiene hoy un halo de misterio. Oportunidades por méritos, rotaciones, equipo integrado fuera y dentro del césped. En las últimas semanas hay un detalle que empieza a escapar a esa lógica: la competencia entre Caballo y Saúl. El cántabro, con trayectoria en Segunda y diferencias judiciales con el club, arrancó como tercera opción. Las lesiones le otorgaron una inopinada oportunidad que agarró con fuerza. El regreso de Caballo ha propiciado un relevo casi alterno, con cambios tras el descanso y con modificaciones tácticas primordiales para variar el rumbo de un duelo desde el lateral izquierdo. Nadie puede negar la importancia de esta demarcación en el juego exterior del Dépor, pero había más puntos en los que meter el bisturí para hacer frente al Las Palmas. La falta de conexión entre la media y el ataque y la inconsistencia de los pivotes invitaban también a empezar por ahí la metamorfosis, por puestos con una mayor influencia en el juego. Finalmente, salió Caballo para bombardear el área con centros con Christian Santos aún en el banquillo. Tanto él como Saúl estuvieron precipitados en muchas de estas acciones, contagiados por el resultado y quizás por esa competencia que fluctúa día a día en las preferencias del técnico. Una de las virtudes de un gran lateral es saber elegir el momento para hacer daño. Aparecer, no estar. Lo mismo que le ha tocado hacer al Dépor con la zona de ascenso. Medir, tener paciencia, perseverar. Llegará.