La medida del estado de ánimo de un equipo a veces la da saber qué revolotea por la mente de un aficionado medio. Cuando hay necesidad, la angustia lo domina todo. No hay lugar para matices, debates o predilecciones, todo es supervivencia. El Dépor, aún fuera de la zona de ascenso, respira hoy otro aire, se puede permitir mirar a su equipo desde diferentes ópticas. Con la puerta de salida de Riazor cerrada a los puntos para visitantes, el equipo reluce apoyado en la estabilidad, una progresión y, sobre todo, un proyecto. La grada, ante dos delanteros imponentes, puede incluso plantearse cuál le llena más, quién es su ojito derecho. ¿La clase de Carlos Fernández o la voracidad de Quique González? Hacía tiempo que no tenía la materia prima adecuada para que una pregunta de ese estilo le hiciese dudar tanto. Lo mejor es poder hacérsela. Por calidad, por tranquilidad. La respuesta explicará también en parte cómo ve el fútbol cada uno, qué espera del jugador que defiende su escudo.

Pocas acciones definen mejor a esta pareja que el segundo y el tercer gol ante el Oviedo. La acción de Quique es la de un delantero que respira gol, que vive con la portería incrustada en su ADN. Todos sus movimientos, todas las acciones que hace son encaminadas a embocar entre esos tres palos, a hacerse fuerte buscando la debilidad del meta y del defensa. Ese balón que vio botando más allá de la medular fue una invitación a correr y a romper a Forlín y a Champagne. Los destrozó. Él lo veía claro y así ocurrió. Confianza. Sus acciones las domina el instinto. Tan solo un puñado de partidos en A Coruña y resulta inconcebible que su técnico en Osasuna de la pasada campaña decidiese sacarlo del área y confinarlo en una banda. Claro que puede rendir ahí, pero pierde su esencia, lo que le convierte en superlativo en la categoría. Salvando las estratosféricas distancias, sus mecanismos mentales como delantero recuerdan a los de Makaay. Velocidad, gol, movimientos y disparos secos, certeros. Era un espectáculo escuchar en los entrenamientos de Acea de Ama el sonido metálico de los palos en cada uno de los lanzamientos del holandés a puerta. Con la derecha, con la izquierda. Clinc, clinc. No hacía nada que no lo requiriese expresamente la jugada para acabar cuanto antes en gol. La eficiencia hecha delantero.

Más se requintaba Tristán y más se adorna también Carlos. Las distancias, por ahora, también son destacables, pero la edad del internacional sub 21 hacen ponerle un asterisco a esa aseveración. ¿Quién sabe a dónde llegará? La vaselina en su tanto en la portería de Pabellón y un taconazo en el inicio de una jugada que acabó en contra descubren una pequeña pero reveladora muestra de su repertorio. Es todo inspiración. Delantero alto con espíritu de mediapunta. Asociativo, da continuidad al juego, muy coordinado para su estatura. Un ariete moderno. Para Quique los goles son el principio y el fin, la guía. Para Carlos, una simple consecuencia de su fútbol. Queda la duda de cómo responderá uno y otro con el viento en contra, en las malas. Mientras, el deportivismo sigue disfrutando y se pregunta cuál de los dos le gusta más.

Christian Santos y el rombo

Y en plena efervescencia de esta pareja llega el virus FIFA y la rompe. O, al menos, la separa una semana. Carlos se marcha, Quique no se moverá de A Coruña y busca compañero para asaltar el inexpugnable campo del Almería. Fede Cartabia es, sin duda, una alternativa para ocupar una de esas dos posiciones ofensivas, pero todos los caminos parecen conducir a Christian Santos, que disfrutaría así de su primera titularidad en Liga fuera de casa. El venezolano llegaba a este Dépor como uno de los goleadores referencia y la irrupción de Carlos y el gran momento de Quique le han convertido en un especialista de segundas partes para partidos en los que han surgido adversidades. Ahora le tocará salir de inicio. Eso sí, el Dépor debe atender también a las especificidades de su fútbol. No corre a campo abierto y no es ni mucho menos tan generador de fútbol como el resto de sus compañeros en la delantera. Rematador puro. Necesita que se ajusten los automatismos de un rombo que ha perdido peso, que el Dépor domine y que genere de dentro hacia fuera con unos laterales que afinen y elijan mejor el momento para centrar. ¿Quién le acompañará por detrás: el argentino o Carles Gil? Una doble exigencia: superar a un competitivo Almería como local y engrasar la maquinaria de Natxo para aprovechar las cualidades de un delantero tan peculiar como Christian Santos. Al final de esta semana se despejarán todas las dudas.