El Deportivo volvió a mostrar a domicilio su versión más imperfecta para prolongar esa incómoda e indefinida racha, que le ha llevado a no perder pero también no ganar cada vez que cruza A Pasaxe. Han pasado ya más de dos meses desde que se trajo los tres puntos de Tarragona, del campo del colista. Una eternidad. Desde entonces, cuatro empates y una mezcla de dudas y certezas. Es fiable, parece imposible hacerle hincar la rodilla, tampoco es capaz de imponerse a sus rivales como visitante ni ganar con cierta regularidad en estas condiciones, algo que se le supone y se le exige a un equipo que el próximo año pretende estar en Primera División. Ni por fútbol ni por pegada. El novel y animoso Rayo Majadahonda supuso una considerable prueba de nivel. Apretó, corrió, jugó, movió con acierto su pizarra. Fue increíble que la ruleta rusa de ocasiones acabase sin nadie dañado. Los madrileños estuvieron a punto de matar al gigante, que se revolvió en muchas ocasiones y rozó a partes iguales el gol y la desgracia. El Dépor camina, no al paso que desearía.

Resumen del Majadahonda - Deportivo (0-0)

Resumen del Majadahonda - Deportivo (0-0)

Natxo le dio una vuelta a su equipo para enfrentarse al desafío del Cerro del Espino. La teoría empujaba a pensar que el conjunto coruñés medía su respuesta en uno de esos campos que exigen en torno a ese otro fútbol, tan propio y tan cacareado en Segunda. Es cierto que no parece un estadio propio del fútbol profesional y que el césped no estaba en las mejores condiciones, pero el Rayo no quiso en ningún momento valerse de esas argucias. Quiso la pelota, planteó un duelo de tú a tú en el que, por momentos en la primera parte, le robó el control al grupo de Natxo, justo lo que le hace sentir más incómodo.

Pedro Mosquera, Edu Expósito y Didier Moreno no imponían su teórica superioridad. El colombiano sigue sin estar fino con balón y genera inseguridad en el circuito ofensivo blanquiazul, a pesar de que el equipo majariego es de los que deja jugar. El Dépor se mostró en algunas fases como un conjunto manco, ya que solo desequilibraba por la izquierda cuando el balón llegaba en condiciones a Saúl, cuando Quique se descolgaba por esa zona o cuando Carles Gil buscaba la asociación en torno a ellos.

De las botas del valenciano surgió lo mejor de la primera parte, sobre todo, una jugada y asistencia a Quique al corazón del área pasada la media hora. El vallisoletano falló lo que nunca falla. No fue su momento, tampoco el del Dépor, al que le fue imposible llevar el partido a su terreno. El árbitro también fue decisivo al no ver un penalti sobre Carlos Fernández al filo del descanso, aunque los análisis del momento del equipo coruñés a domicilio deben ser más profundos.

La segunda parte se quitó desde el inicio ese aroma a ensayo, a tanteo. Desde el primer minuto el Dépor quiso la pelota e intentó moverla con más rapidez y criterio. Subió también las líneas para presionar arriba. No quería dilatar el desenlace ni esperar a que el triunfo le cayese del cielo. Seguía volcando su fútbol por la izquierda, aunque en este caso también decidía ampliar su repertorio con alguna intentona con Didier Moreno por la derecha. El único pero era que el gol se resistía y que Somma estaba muy expuesto jugándose casi la segunda amarilla en cada acción.

E Iriondo cambió las reglas del juego. Metió más dinamita con Aitor García. Quería un duelo más roto, buscaba mayor presencia ofensiva. El Dépor perdió en ese monento la pelota y el control, tuvo que correr hacia atrás en el repliegue. Estaba sufriendo. También pudo marcar con un remate que Basilio sacó por abajo, pero el equipo madrileño era el que estaba cercando el gol. Dani Giménez tuvo que emplearse a fondo, hasta mandaron un balón al palo los majariegos. La desgracia estaba rondando.

Las lesiones de Carlos Fernández y Edu Expósito limitaron la respuesta táctica de Natxo a los desafíos que le planteaba el partido e Iriondo. El Rayo Majadahonda acabó bajando el perfil de sus acometidas. No se rendía, pero el Dépor ya le aguantaba los golpes, apoyado en el 5-3-2 al que recurrió su técnico. De hecho, en los últimos minutos el gran agitador fue Borja Valle. Erró una inexplicable, le anularon un gol. Olía el peligro y parecía que el berciano se iba a llevar la gloria. Su rival mantenía la guardia alta. Hasta Pablo Marí tuvo que sacar un balón bajo palos en el descuento después de otra buena mano de Dani Giménez. Un partido sin respiro, tampoco lo hay para el Dépor fuera de casa. Aprender a vivir y ser competitivo lejos de Riazor es su gran asigntura pendiente.