Superioridad y dominio del centro del campo, donde el Deportivo combinaba a través de acciones intensas y rápidas, que, aunque sin efectividad de cara al gol, ayudaban a crecer sobre un Numancia encogido e incapaz de desactivar el juego de creación tanto de Expósito como sobre todo el de un omnipresente Vicente Gomez. Por dentro Carles Gil recibía y proponía pases interiores que llevaban el peligro sobre el área numantina; o por fuera provocando la profundidad de los laterales, con especial protagonismo para Saúl, permitían llegadas a línea de fondo con centros que, si encontraban rematador, en esta ocasión, no concluían con el alto porcentaje de eficacia que hasta ahora venía demostrando el cuadro blanquiazul.

Y llega ese minuto 10, una combinación por dentro con apertura sobre la banda izquierda posibilita un centro no muy certero que provoca un rechace con tal fortuna que el balón queda a la distancia justa y para la pierna idónea de un futbolista como Diego Expósito que culmina la jugada con un certero remate, acorde a su calidad.

Apenas un minuto después sucede algo similar en el área deportivista, la misma fortuna en el rechace, con una conclusión diferente sin duda marcada por la diferencia entre los ejecutantes, así, el remate de los visitantes muere mansamente en las manos del meta local.

Diez minutos de partido, y el Deportivo se situaba en su zona de confort preferida. Repliegue medio y juego ofensivo al contraataque que el Numancia contrarresta con una línea defensiva adelantada creando situaciones de fuera de juego.

La primera parte es de los futbolistas blanquiazules, que la rematan con una ventaja conseguida en dos acciones casuales, y sin conseguir materializar las generadas tanto con el balón en movimiento producto de acciones colectivas, como en la estrategia ofensiva; punto fuerte sin duda del equipo de Natxo.

Algo diferente tenía que ocurrir tras el descanso.

Y ocurrió, el Numancia estaba obligado a modificar y el Deportivo a proponer algo más que la espera de alguna acción culminada por la calidad de sus individualidades, tal y como ha venido sucediendo hasta ayer.

El conjunto visitante pasa a dominar el centro del campo, y a percutir sobre todo por la banda izquierda, por donde empieza a fraguar la remontada, así el partido presenta un nuevo escenario sobre el césped, dando el partido un giro de 180 grados.

Solo la entrada de Bergantiños pareció darle a los coruñeses algo de capacidad de reacción, permitiendo al equipo algún acercamiento al área visitante, aunque con menos luces de las habituales al pasar de los tres cuartos de campo.

En definitiva, alguna vez el cántaro tenía que romper, y aunque el daño haya sido mínimo en esta ocasión, si debe servir para que en lo sucesivo se trate de llenarlo lo antes posible, sin dejar de insistir, aunque rebose.