Ni por fútbol ni por pegada. El Dépor fue incapaz de superar a un Lugo ordenado, con confianza y agarrado a Juan Carlos, que resistió al acoso, entre la frustración y las dudas coruñesas, al que le sometió el equipo de Natxo incluso dos futbolistas menos. A pesar de su alarmante bajo futbolístico, fruto de una crisis de creatividad, los blanquiazules debieron haber ganado este duelo. Pero donde otras veces imponían su pegada, hoy solo se pudieron escuchar escopetas de feria dando tiros al aire. El proyecto de Carmelo, a la espera de una lógica progresión, arrancó en agosto con una ilusionante perspectiva de florecimiento y en las últimas semanas poco a poco se ve al grupo marchitarse. El temor se manifiesta justo cuando el Dépor lleva meses sin ganar fuera de casa y cuando se le complica el calendario. Uno de los embudos de la temporada.

LaLiga 123: Los goles del Deportivo - Lugo (0-0)

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Costaba a imaginar a principio de la Liga un Dépor sin Quique y Vicente, salvo que una serie de contratiempos le obligasen a Natxo. Pues esta tarde los dejó de inicio en el banquillo. Un clarificador síntoma de lo que ha cambiado a nivel individual y colectivo el equipo. Algunos de sus puntales han bajado su rendimiento y cuando se esperaba un despegue en su funcionamiento coral, sus aficionados asisten semana tras semana a la función de un Dépor atascado y plano. Monocorde, una escala de grises. Con la baza de Carlos y un Krohn-Dehli activo, arrancó mejor ante un Lugo timorato en los primeros minutos y que poco a poco se empezó a encontrar más cómodo pertrechándose atrás y estirándose con espacios a partir de la dupla Herrera-Escriche. La banda de Saúl era la mejor vía de ataque, pero los constantes intentos no pasaron de escarceos. Lo mejor de ese primer tramo fue un tiro al palo de Carles Gil, que creó peligro con desmarques por el centro. Juan Carlos superó la situación de tensión.

Minutos antes el Lugo ya había pedido la palabra para enseñarse en ataque. Su dupla ofensiva tenía la movilidad que le faltaba al trasantlántico coruñés. Marí y Edu Expósito se tuvieron que emplear a fondo en cortes in extremis. El Dépor tenía la pelota, se empezaba a jugar a lo que querían los visitantes. Llegó el aviso de Gil y continuó la insistencia blanquiazul, pero parecía que cada vez estaba más lejos de hacer daño. A Dépor y Lugo les iba cambiando la pespectiva, llegaba le descanso. A Natxo le tocaba replantearse su plan o mover piezas para que su hoja de ruta fuese realmente fiable. Poco influyó, poco se notó su mano para activar al equipo.

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El segundo acto el Dépor lo empezó con buenos propositos: más velocidad, líneas más arriba. El problema era que no dejaba de ser un grupo previsible y sin inspiración. Aún así, insistía e insistía y poco a poco empezaron a sucederse las ocasiones, aunque el virtuosismo brillase por su ausencia. Todo empuje y volver y volver, de una banda a otra... Pudo marcar Carles Gil antes de marcharse, también la tuvieron Fede Cartabia y David Simón. A los puntos el conjunto coruñés ganaba de sobra. Inútil consuelo, nada se movía en el marcador.

La expulsión de José Carlos empujaba aún más al Dépor a inclinar el campo y durante los primeros momentos lo consiguió. Los hombres de Natxo tuvieron paciencia y encontraron algún aclarado, aunque sin el premio final del gol. El técnico apostó por agitar el duelo con Fede Cartabia y por meter más artillería con Quique y el equipo se partió. Se agudizaba entonces esa desconexión entre la zona de la salida de balón y el ataque. Solo podía profundizar por la izquierda, como en casi todo el duelo, y gracias a algún chispazo de Krohn-Dehli y, sobre todo, a la soberbia capacidad de Pablo Marí para superar líneas con sus pases.

Toda su hoja de credenciales, insuficiente para desnivelar el choque, es menor de lo que se le debe exigir a un equipo grande que aspira a subir y más cuando ha disfrutado de 20 minutos de superioridad numérica, aunque en realidad era más que suficiente para haber doblegado a su rival, que acabó el encuentro perdiendo tiempo y con su meta Juan Carlos convertido en héroe. Una pena por los puntos y por la inquietud que genera ver impotente y atascado al equipo. En el fondo, daba la impresión de que, aunque hubiesen estado jugando dos días, nada se hubiese movido en el marcador. Arranca torcido 2019.