Casi todo lo que se necesita para ganar un partido lo tuvo el Deportivo ayer ante el Lugo. El dominio del juego y las ocasiones fueron para los blanquiazules, a los que sin embargo les faltó esa pizca de suerte que en ocasiones inclina la balanza en un deporte con un componente de azar como el fútbol. Los delanteros no acertaron ante un portero rival agigantado y al equipo de Natxo González ya no le consuela ni siquiera Riazor. Con el de ayer son dos empates en los tres últimos partidos disputados en su estadio, demasiados para un equipo que en los anteriores solo había cedido uno y que confirma la línea descendente de los blanquiazules.

Sin aclarar el motivo, Natxo González admitió la víspera del partido que el Deportivo había bajado un peldaño en su rendimiento. De un tiempo a esta parte, concretamente desde comienzos de diciembre, hubo "algo" que le hizo perder fiabilidad y parte de la frescura que distinguió a su juego El técnico mencionó las palabras "bajón" y "retroceso" para reconocer que no se encontraban en su mejor momento y que ante el Lugo necesitaban de un resultado y de una actuación que les permitiera reafirmarse en sus creencias. Con esa intención comparecieron ayer ante el Lugo en un arranque de partido convincente.

La puesta en escena era la que se esperaba después de la derrota en Cádiz, ambiciosa y contundente. Mandó el Deportivo en un inicio en el que las incorporaciones por la banda fueron su recurso preferido para encerrar al Lugo sobre su área. El conjunto de Natxo, sin embargo, solo dio la sensación de peligro en los minutos iniciales.

Su dominio empezó a volverse inocuo en cuanto los visitantes se acomodaron sobre el campo con dos líneas defensivas muy juntas. El Deportivo empezó entonces a amasar la pelota sin intención y a exponerse a los contragolpes de un Lugo que al filo de la media hora consiguió hilvanar dos jugadas de mérito que llevaron la incertidumbre a la grada de Riazor.

El Deportivo ya se había quedado por entonces sin ideas para comprometer a su rival. Previsible con la pelota, al equipo blanquiazul le faltó imaginación para atacar a un contrario ordenado. Carles Gil estuvo perdido entre líneas para desatascar el juego. Tampoco Carlos Fernández, el otro jugador ayer en el once con más cualidades para asociarse con sus compañeros y aportar soluciones en ataque tuvo la presencia necesaria después de superar una lesión.

La sensación es que Natxo lo esperaba con ganas después de unas semanas en las que el ataque del equipo había perdido claridad y por eso no dudó en dejar en el banquillo a un Quique peleado con el gol en los últimos partidos. La del delantero no fue la única novedad en el equipo titular. Los cambios con respecto al Carranza fueron la manera con la que el técnico trató de buscar soluciones después de aquel tropiezo.

El entrenador deportivista volvió al rombo, esta vez sin un Vicente alicaído, y buscó las señas de identidad que habían marcado el paso del equipo en Riazor. No las encontró y por eso la segunda parte tuvo cierto aroma a desesperación conforme iban pasando los minutos.

Acabó con todo el Deportivo sobre el campo, pero no consiguió multiplicar las oportunidades ante un Lugo que por algo llegaba a Riazor como el conjunto de la categoría que menos goles ha concedido como visitante esta temporada. Aún así, los blanquiazules las tuvieron como para ponerse por delante, especialmente en un segundo tiempo que arrancó con una muy clara de Borja Valle.

El disparo del delantero lo rechazó Juan Carlos de manera defectuosa a los pies de Carlos Fernández, que se lo encontró en fuera de juego. A partir de esa arrancó la colección de ocasiones deportivistas.

Carles Gil falló un remate con todo a su favor dentro del área antes de que Cartabia tuviera otra igual de clara cuando el Lugo ya resistía con diez. Después vendrían las intervenciones de Juan Carlos, que sacó un disparo potente de volea de David Simón. A dos del final desviaría un remate de cabeza de Carlos Fernández a servicio de Caballo en el que fue el único centro con picante de todo el partido.

El Deportivo ya se había entregado por entonces a los ataques desordenados y a la desesperada, mientras que el Lugo echó mano del manual de tretas para perder tiempo. Le funcionó ante un conjunto blanquiazul al que le afecta ya demasiado la sequía.