Al Deportivo se le acumulan los males. En retroceso desde el mes de diciembre, el equipo de Natxo González se ha vuelto previsible en el ecuador del campeonato. Ya no le acompañan los resultados ni las sensaciones y con el de ayer en Mallorca suma tres partidos consecutivos sin ganar, los mismos que lleva sin marcar un gol. Son números preocupantes para un equipo hasta hace no mucho certero que ahora se ve obligado a convivir con las turbulencias y con una doble racha negativa.

En las últimas seis jornadas, el conjunto blanquiazul solo ha conseguido ganar en una, al Zaragoza en Riazor. El resto han sido empates, algunos inesperados como los que arañaron Numancia y Lugo en el estadio blanquiazul, y dos derrotas que aumentan las dudas alrededor de un equipo que ahora se cuestiona su propia razón de ser.

El tropiezo de ayer en Mallorca profundiza en las carencias que había evidenciado el juego deportivista en las últimas semanas. Por encima de todas destaca la falta de gol, pero por el medio aparecen la ausencia de alternativas en un sistema que los rivales se han estudiado en profundidad.

El Mallorca se aprendió el posicionamiento de un Deportivo al que de entrada se le cayó Carlos Fernández, lastimado en el muslo de la pierna derecha. El delantero iba a formar de inicio en la mediapunta y hubiera añadido un matiz diferente al equipo, pero fue Cartabia el que arrancó el partido por detrás de Quique y Borja Valle. El dibujo fue el clásico empleado por Natxo, el que se sabía el Mallorca al dedillo y el que contrarrestó con dos líneas muy juntas.

Al igual que le ocurrió contra el Lugo hace una semana, el Deportivo no encontró respuesta y se volvió a mostrar plano y sin ideas. Faltó intención y desborde en una alineación que sí posee elementos para explorar otras posibilidades durante los encuentros.

Tampoco tuvo gol un equipo que se distinguió en esa faceta hasta hace pocas jornadas. Por no tener no tuvo ni siquiera intención en ataque, porque apenas contabilizó remates de unos delanteros peleados consigo mismos, especialmente un frustrado Quique González.