Cuatro meses después el Deportivo se desembarazó de una carga que amenazaba con comprometer sus aspiraciones al final de temporada. Lo hizo en un escenario de campanillas y con una actuación rotunda no exenta de sufrimiento que le permite enterrar su irregular marcha a domicilio. Con el triunfo en Gijón el equipo comprime todavía más la zona alta de la clasificación y alcanza ese triunfo que se le resistía lejos de Riazor para redondear su rendimiento.

Fue un partido que arrancó con vértigo. En los primeros minutos se jugó a toda pastilla, con tal intensidad que al cuarto de hora el marcador ya indicaba tres goles. El planteamiento del Sporting pasaba por pisar el acelerador y mantener las revoluciones altas para contrarrestar la propuesta del Deportivo, tradicionalmente más pausada y menos directa. Las primeras jugadas ya dejaron entrever que el ritmo del encuentro no estaba pensado para los centrocampistas. La velocidad frenética que propusieron los locales amenazaba con sacar del partido a Vicente o Edu Expósito, capitales en la propuesta de Natxo González, ya sea sin rombo o sin él, pero enseguida se le puso de cara a los blanquiazules con una acción a balón parado.

Lo había rozado ya antes con un recurso que ha dado muchas alegrías a los deportivistas, pero Pablo Marí no llegó a conectar un córner a los dos minutos. Sí lo hizo Álex Bergantiños poco después desde la esquina contraria. Le ayudó la prolongación de Borja Valle en el primer palo para anotar un gol con el que había soñado para dedicárselo a su hija en el día de su cumpleaños y que celebró sin cebarse ante la que el curso pasado fue su afición.

Lejos de resultar la guinda a su actuación, el tanto fue el aperitivo de un partido completísimo del centrocampista coruñés. Después de varias jornadas en las que apenas había lucido, Álex emergió como el pegamento de un equipo que sin el balón requería de alguien capaz de evitar que se partiese por la mitad ante la propuesta del Sporting. En un escenario en el que se prescindía del centro del campo, Bergantiños fue el antídoto a la presión adelantada de los rojiblancos y el primer recurso para saltar la primera línea rival.

En cuanto el Deportivo lo conseguía se desplegaba con rapidez aprovechando la velocidad de Cartabia y Borja Valle, especialmente del segundo. Los dos encontraron un socio en Christian Santos, recuperado para la causa por Natxo coincidiendo con el tramo decisivo del campeonato. El delantero venezolano, beneficiado por la renuncia del técnico a su tradicional rombo, encontró un hueco en el once aprovechándose del mal momento de Quique González y los problemas físicos que condicionan a Carlos Fernández desde finales del año pasado.

Christian ofreció lo que se le presuponía en esa posición de referencia junto a Cartabia y Borja Valle. Fue el primer apoyo para los dos, un recurso con el que buscar asociarse para lanzar los ataques en vista de que apenas era posible hilvanar una jugada a partir del centro del campo. También fue el primero en presionar ante la insistencia del Sporting de salir con el balón limpio desde la defensa. En una de esas Borja rebañó un balón que le dejó junto a Cartabia y Christian frente a los dos centrales para atacar la portería de Mariño.

A pesar de todo lo mal que gestionaron semejante ventaja, porque los pases fueron retrasados y a destiempo, la pelota le cayó al delantero venezolano escorado hacia la derecha. No dudó y del latigazo firme con el que colocó el segundo de los deportivistas se desprende que la vida ahora es diferente para Christian. Ya no tiene esas dudas que le carcomían por su papel en el equipo en el primer tramo del curso y eso no es poco atendiendo al bache por el que atraviesa Quique González y los problemas físicos que Carlos no termina de superar.

El tanto del venezolano le permitió al Deportivo recuperar la ventaja en el marcador a los quince minutos después de que Djurdjevic empatase para el Sporting en el 12. El serbio se aprovechó de una pifia incomprensible de Pablo Marí, que se desentendió de un servicio hacia el área confiando probablemente en que Domingos o Dani Giménez lo arreglarían. Lo que hizo fue dejarlos vendidos ante Djurdjevic, que definió de espaldas.

Cuando al Deportivo le tocó gestionar el marcador favorable, lo hizo mejor mientras se mantuvo el ritmo frenético de la primera parte. En la segunda sufrió porque se replegó y no encontró el oxígeno necesario con la pelota. Natxo esta vez sí supo reaccionar y colocó en el campo a Didier, que permitió soltarse a un desaparecido Vicente. Respiró así el conjunto blanquiazul, que amarró con oficio y una pizca de incertidumbre que aportó un arbitraje casero un triunfo de quilates hacia Primera.