El Deportivo volvía a tener a tiro el sábado la posibilidad de escalar hasta los puestos de ascenso directo. A pesar de todas las bajas que acumulaba Natxo González entre lesionados y sancionados, la ocasión aparecía que ni pintada para colarse en las posiciones de privilegio de una vez por todas. Pocas excusas podía haber ante el colista y en Riazor, pero el equipo blanquiazul volvió a acusar ese mal de altura que le ha frenado durante toda la temporada. Los resultados incluso le beneficiaron para colocarse líder en el caso de ganar a un Nàstic que terminó rescatando un empate en el tramo final del partido. El vértigo volvió a tumbar a los deportivistas, decepcionantes una vez más en Riazor e incapaces de refrendar en su estadio el salto que han dado a domicilio en las jornadas más recientes.

Riazor pierde fiabilidad. Hasta no hace mucho la asignatura pendiente del equipo estaba en su rendimiento como visitante. Ahora que ha conseguido corregir sus resultados fuera con triunfos de mérito en escenarios tan exigentes como Gijón o Granada, los problemas se han trasladado a Riazor. De los últimos cuatro partidos disputados en su estadio, el Deportivo tan solo ha conseguido ganar uno. Fue ante el Albacete en el más comprometido a priori de todos, porque de los marcadores recientes de los blanquiazules en su estadio también se podría deducir una flojera contra los rivales más asequibles.

Relajación. Lugo, Tenerife y Nàstic, todos conjuntos de la parte baja de la clasificación, consiguieron pescar en Riazor en las últimas jornadas para disgusto de los deportivistas. Esos empates dejaron la sensación de que el equipo de Natxo bajó el nivel competitivo o por lo menos no igualó el que mostró ante rivales más exigentes. Ante Sporting, Albacete y Granada no se acusó ese mal, aunque tampoco la falta de puntería que ha penalizado especialmente a los blanquiazules en sus duelos recientes en casa.

Menos efectividad. En cada uno de esos tropiezos, y el del sábado contra el Nàstic no fue la excepción, Natxo González justificó el resultado por la ausencia de acierto de cara a la portería contraria. El Deportivo contabilizó en su último partido 15 remates (seis entre los tres palos) y solo consiguió anotar un tanto. Algunas de las ocasiones fueron bastante claras, pero únicamente Edu Expósito con una virguería consiguió descorchar la meta visitante. Quique González, rehabilitado la semana pasada en Granada, volvió a mostrarse fallón, igual que unos compañeros que no tuvieron claridad. Entre Cartabia, Borja Valle y el propio Quique malgastaron las mejores jugadas en una tarde en lo que lo más preocupante fueron los desajustes del final.

Descontrol defensivo. Al Deportivo se le escapó la victoria el sábado en el tramo final, cuando la ventaja en el marcador se le hacía corta e intentó sacudir el partido con una propuesta más vertical. La entradas de Montiel y Caballo le dieron otro aire al equipo, pero algo se desajustó. El tanto del empate del Nàstic es el ejemplo: nadie frenó la llegada de Luis Suárez a pesar de que los blanquiazules estaban en superioridad al borde del área. En el contragolpe que pudo suponer la remontada de los visitantes volvió a suceder. Después de un córner a favor no había nadie tapando la banda izquierda.