"Vine para quince días a Galicia y llevo ya 36 años en España". Ricardo Albisbeascoechea (Mar del Plata, 1960) tiene un lugar reservado en la orla de héroes que llevaron de nuevo al Dépor a Primera en 1991, pero su idilio con A Coruña viene de antes. Jugó y vive en Málaga, ciudad que el equipo coruñés visita el domingo, pero su historia en la península comenzó en 1982.

- ¿Qué ocurrió?

-Para mí A Coruña es alegría. Ese año jugué con Argentina el Mundialito de la Emigración que tuvo lugar en la provincia de A Coruña. Lo disputábamos nietos o hijos de españoles. Era interesante porque siempre surgían oportunidades o gente como Rommel Fernández. Me cambió la vida porque después fiché por el Málaga y en ese Mundialito conocí a mi mujer con la que sigo casado. Estuvimos concentrados en Ordes, pero sí pisamos A Coruña porque la final fue en Riazor. La ganamos. Entonces soñaba con jugar en un estadio así y casi una década después se dio. Y viví un ascenso en Riazor tras 18 años.

- ¿Qué poso le dejó ese regreso a Primera tan histórico en 1991?

-Decían que había meigas y se quemaron (ríe). Aquello fue el germen del Superdépor, el inicio. Me alegro de haber estado en esa parte de la historia. Lo más difícil era salir de esa Segunda y se consiguió con mucho trabajo y esfuerzo, había un gran grupo de trabajo.

- Pasa el tiempo, queda la alegría y se olvidan las dificultades. ¿Usted las tiene presentes?

-Hubo dos o tres momentos de la temporada en los que no cumplíamos las expectativas y nos metieron mucha caña; era lógico. En parte nos vino bien porque cerramos filas. Nos conjuramos de verdad, no esos conjuros de ahora que se hacen de mentira. Nos encerramos en el vestuario, hablamos cara a cara y nos dijimos las cosas con respeto, aunque fuesen duras. Y de aquello salió un grupo duro.

- A aquel vestuario le dejó huella Arsenio. ¿A usted?

-No tuve una excelente relación con él, pero guardo un buen recuerdo. Puedo parecer curioso lo que digo. No teníamos buena sintonía. Yo ya tenía mi edad, no aguantaba ciertas cosas. Él era muy especial. Pero con el paso de los años he entendido muchas de las cosas que hizo por el bien del club, por el bien de nosotros. Lo que pasa es cuando uno es profesional a veces solo se ve su ombligo y es difícil. Sería demagogo por mi parte decir que me llevaba de maravilla con él, pero aquel año fue muy, muy importante.

- Menta mucho al grupo...

-Sí. Djukic, Stoja, Kana, Albistegui, Aspiazu, Villa, Uralde, Mújika... Fran era un crack, también como persona. Un gran equipo, todos remábamos para el mismo lado.

- Con el Valladolid en 1989 vivió la semifinal de Copa de Fernando Hierro, Soriano Aladrén... ¿Nadie se lo recordó cuando llegó al Dépor?

-Pues no. Eso sí, no fue un partido caliente, fue lo siguiente, cargado de polémica. Aquel era un fútbol muchísimo más duro. En la vuelta metí el primer gol, que fue el más raro de mi vida. Se cayeron todos y la empujé. Me tocó estar en el bando que ganó. Yo no participé en ninguna trifulca. ¿Fernando Hierro? Me acuerdo que luego cuando volvía a A Coruña, siempre le pitaban. Fue de los que tuvo más guerra; la gente no lo olvidaba.

- Vive en Málaga, sigue al equipo. ¿Cómo lo ve?

-Es un conjunto muy resultadista. Le saca el máximo a lo mucho o poco que hace. No está cómodo con el balón en los pies. Está mejor cuando juega a la contra, le da la responsabilidad al contrario y aprovecha fallos del rival. No es un fútbol bonito, pero a veces para salir de Segunda hay que hacer eso.

- ¿Y al Dépor?

-Lo vi menos. Juega mejor que el Málaga y expone más, pero en esta Segunda cualquiera te amarga. El Málaga no sale a presionar arriba. Es un equipo de bloque bajo que junta las líneas para trabajar, robar y salir a la contra. Cuando le toca exponer, tiene problemas; le cuesta más en casa que fuera. Iván Alejo va a ser un gran fichaje. Muñiz tiene jugadores cuadriculados y él improvisa, desequilibra.